Parece que todavía existen algunos periodistas cubanos que albergan la ilusión de que desde la prensa oficial se puede sensibilizar a los burócratas, defender al pueblo, combatir la ineficiencia y la corrupción.

Generalmente, aparecen en la prensa artículos de opinión sobre este tema con bellos enunciados y pocos ejemplos concretos. Si acaso, se apunta a problemas secundarios o se menciona a responsables de tercera o quinta categorías. Criticar más para encima es un riesgo que muchos de nuestros periodistas saben que se paga con el ostracismo o la pérdida de algunos privilegios, como un viajecito o recibir una nueva bicicleta.

Cuando se analice algún día el periodismo revolucionario, se apreciará que ha estado sometido constantemente a la ley del garrote y la zanahoria.

"Comparto la carcoma de una inquietud y remuevo la atención de los que hacen oídos sordos a los planteamientos de los ciudadanos", se queja el colega atormentado, en un artículo de opinión publicado en Juventud Rebelde, el pasado 3 de junio.

La angustiosa nota periodística agrega: "Nunca he entendido por qué, ya a estas santas horas, todavía muchos miran sólo hacia arriba en el cumplir y soslayan las complejidades de los de abajo".

Es muy sencillo, colega atormentado, la cuestión que se plantea el administrador o responsable administrativo ni siquiera es mirar hacia arriba para cumplir. Lo que él busca es garantizar que exista un funcionario superior (preferiblemente en la dirección del Partido Comunista) para sentirse respaldado, lo que a veces se convierte en una patente de corso.

Si la conexión viene de algún miembro del Equipo de Apoyo, ese entorno exclusivo del Comandante en Jefe, entonces la impunidad es prácticamente total. Si esa regla de oro no la conoce el colega atormentado, puede estar tranquilo porque seguramente que el director del periódico se encargará de que no se publique ninguna crítica que pueda poner en causa la actuación de alguno esos "fieles y celosos" miembros del Gobierno o de las administraciones.