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No sin cierto asombro, he leído en el diario Juventud Rebelde dos artículos de la periodista Elsa Claro, directamente enfilados contra el Tribunal Internacional de La Haya, a propósito del proceso a Slobodan Milosevic y la entrega de generales croatas para su procesamiento.
No es que me asombre la postura de La Habana en defensa de Milosevic, enemigo de Occidente: ya se sabe que los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Los diarios cubanos fueron los únicos del planeta en no ofrecer noticias sobre la limpieza étnica en Kosovo, aunque sí sobre los estragos causados por los bombardeos de la OTAN. Para conocer la política del Gobierno cubano sobre cualquier asunto, basta tomar nota de sus silencios. Tampoco me extraña el pronunciamiento en contra de la entrega de generales croatas, tradicionales enemigos del amado Slobodan; porque en este caso, se trata de negar la legitimidad del Tribunal Internacional de La Haya. Lo que me maravilla son los argumentos de la periodista en cuestión. En su defensa de Milosevic, a quien da como condenado antes de ser juzgado (quizás no logra deshacerse del procesamiento típico de los disidentes en La Habana, condenados incluso antes de ser apresados), alega que 200 intelectuales se han pronunciado a su favor –sin extenderse más sobre la catadura de éstos–, y que "fue con Milosevic con quien se logró la precaria paz para Bosnia" o que fue elegido en comicios multipartidistas, ocultando que fue él quien promovió cuatro guerras en diez años ("como cualquiera en su posición defendió el territorio bajo su competencia", afirma al respecto), decretó limpiezas étnicas y asoló Yugoslavia. La especialista en asuntos internacionales debería recordar que la paz para Bosnia se obtuvo a pesar de Milosevic y gracias a la intervención internacional. Lo de ser elegido en comicios multipartidistas (esa "farsa democrática") debería ser un demérito a los ojos de las autoridades cubanas, que defienden la pluralidad del monopartidismo y un modelo de "democracia participativa" donde los deseos de once millones son interpretados telepáticamente por uno solo. Olvida también la periodista que en las últimas elecciones, el zar Slobodan no aceptó su derrota, y fue necesaria la insurrección de las masas para echarlo a patadas del puesto.
Un guiño para el tigre El primer cambio La justicia chilena falla Sur. Problemas propios, responsabilidad ajena Globalización e identidad |
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