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El caso del zar destronado Simeón II de Bulgaria es el único que conocemos de un monarca que, desde el exilio, regresa a su país –un país que ha dejado de ser una monarquía y que es una república–, funda un partido político y gana unas elecciones democráticas. Simeón II volvió hace cinco años, después de un destierro en España de más de medio siglo, a la pequeña nación balcánica que lo vio nacer. Siendo un niño de seis años fue investido zar tras la muerte de su padre, Boris III, en 1943, y en 1946 fue desterrado al ser sustituida la monarquía, mediante un referéndum, por el régimen comunista que adoptó el nombre de República Popular de Bulgaria. Si volvió con la intención de recuperar el trono –intención no descartable–, por el momento tendrá que conformarse con gobernar su perdido reino, si acepta el cargo, como un simple primer ministro avalado por la victoria de su partido en las urnas, el Movimiento Nacional Simeón II (MNSII), fundado hace apenas un par de meses.
La sorpresiva entrada de Simeón Sajonia-Coburgo en el palenque electoral, con vista a los comicios del pasado domingo, dio un vuelco súbito al escenario político del país, acaparado hasta ese momento por el pulso entre las dos formaciones más potentes: la centroderechista Unión de Fuerzas Democráticas (UFD), en el poder, y el opositor Partido Socialista Búlgaro (PSB), en el que se concentran los ex comunistas y los estalinistas residuales adaptados al multipartidismo. En menos de dos meses de campaña, el zar, como lo llaman sus compatriotas, logró sembrar confianza e ilusiones en más del 40% de los 6 millones de votantes que integran el electorado búlgaro, convirtiéndose de la noche a la mañana, para sorpresa y desasosiego de sus contrincantes del UFD y del PSB, en el protagonista absoluto de las elecciones. Capitalizando el profundo malestar de la población a causa de las difíciles condiciones de vida que arrastra desde hace años (el desempleo oscila en torno al 20%, la renta per cápita anual es de 1.500 dólares y la inflación, que llegó a ser del 578%, actualmente está entre el 11 y el 12%), provocadas por las tardías y parcialmente exitosas reformas liberales del primer ministro Iván Kostov, Simeón II, que ha declarado sentirse sobrecogido ante "el contraste entre la pobreza de la gente y la opulencia de algunos políticos", defendió un programa cuyos objetivos básicos son elevar el nivel de vida de los búlgaros y erradicar la corrupción, una lacra cuyo auge se le imputa al Gobierno de Kostov. Es un programa de tintes socialdemócratas y de ninguna manera de un "populismo salvaje", como lo estiman los liberales de la UFD. Mientras redactamos la presente crónica (domingo en la noche), los primeros partes del escrutinio que llegan de Sofía presagian el esperado triunfo arrollador de la MNSII –con más o menos el 45% de los sufragios, según cómputos de analistas–, lo que permite presumir que el zar gobernaría, si se decidiese a asumir la jefatura del nuevo Gobierno, con mayoría parlamentaria absoluta. Si así fuera, Simeón II tendría la posibilidad de reinstaurar la monarquía en Bulgaria. Preguntado sobre el tema, sus respuestas han sido imprecisas, por lo cual cabe conjeturar que, cuando menos, lo está pensando. Si, como todo parece indicar, Simeón II es el gran triunfador de las elecciones –lo cual se da por seguro, pero se sabrá de cierto en dos o tres días–, este triunfo se lo debe, ante todo, al voto del cansancio y la desesperación, que es el que le han dado millones de búlgaros hartos de sufrir la corrupción en las más altas esferas de la administración y de soportar por tantos años el peso excesivo y no siempre justificado de las reformas económicas emprendidas por los Gobiernos de socialistas y liberales. Es elocuente lo que le dijo un taxista búlgaro a un corresponsal extranjero: "Realmente, no creo en Simeón, pero lo votaré; estamos desesperados, es nuestra última esperanza".
Lecciones en el viejo continente Perú, ¿será posible? Dime con quien enlazas Otra vez a las andadas |
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