La gira del presidente norteamericano por Europa llegó a su fin con un resultado importante para Cuba: la confirmación de los pronósticos relativos a la no aplicación de las cláusulas de la ley Helms-Burton por parte de la administración Bush, con lo cual Fidel Castro hará fiesta.
El mandatario estadounidense inició la gira europea por un país al que tenía cosas positivas que decir: España. Allí ha dado a conocer que EE UU no autorizaría las cláusulas de la ley Helms-Burton. Con esto ha logrado la aceptación del país ibérico hacia el plan de defensa antimisiles y, por carambola, de Italia, afectada también por la posible aplicación de los títulos de la referida ley.
El objetivo principal que ha llevado a Bush a Europa –y que se constituye en la locomotora de la política exterior norteamericana actual– es este conocido plan defensivo, propulsado por la poderosa industria de guerra estratégica norteamericana. Ante este escenario complejo, ha decidido sacrificar la aplicación de los títulos de la ley Helms-Burton para conseguir el apoyo de España e Italia, en su afán de convencer al resto de sus aliados europeos a apoyar el intento militar norteamericano.
Cuando Bush fue preguntado directamente en la Península sobre si aprobaría las cláusulas de la Helms-Burton, dio una respuesta evasiva, confirmando el embargo económico pero resaltando que si había una empresa española en dificultades, era necesario estudiar la posible solución. Con esto se garantizaba el apoyo español y corroboraba una situación cada vez más clara: el embargo a Cuba continuará, pero la ley Helms-Burton no.
Desde su llegada a la Casa Blanca –fuertemente apoyado por los cubanos del sur de la Florida durante un conturbado proceso electoral– la opinión generalizada era que Bush aprobaría, sin sombra de dudas, la aplicación de una ley Helms-Burton que Bill Clinton se había negado a poner en vigor. La realidad ahora es otra.