| El chantaje de la dinastía Kim |
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| Pyongyang anuncia que abandonará el Tratado de No Proliferación Nuclear y el mundo vuelve con preocupación la vista hacia la península coreana. |
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| por MIGUEL RIVERO, Lisboa |
Parte 2 / 3 |
El pasado sábado, el embajador norcoreano en China, Chol Jin Su, declaró que "Estados Unidos ha ido muy lejos y ha eliminado la última oportunidad de resolver la crisis de forma pacífica". Hay que reconocer que Pyongyang ha aprendido bien la táctica de expresar públicamente amenazas apocalípticas mientras por canales diplomáticos más discretos se muestra conciliatorio y pragmático.
Lo cierto es que ni siquiera sus más cercanos aliados y amigos (China y Rusia) se sentirán muy tranquilos si el régimen norcoreano consigue colocarse como miembro del club de países con armas nucleares y desarrolla, además, la tecnología de misiles de largo alcance.
En estos momentos se calcula que Corea del Norte posee unos 600 misiles de mediano alcance, o sea, capaces de alcanzar los territorios de Corea del Sur y Japón, de China y Rusia.
Kim Yong Il
Kim Yong Il es el heredero de la primera dinastía comunista del mundo y un personaje enigmático y contradictorio.
Cuando el 24 de octubre de 2000 sostuvo una entrevista con la entonces Secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, la sorprendió pidiéndole su dirección personal de Internet y confesando cándidamente que se pasaba horas navegando en la Web. Otros de sus entretenimientos son el alcohol y las mujeres.
Es conocida su admiración por los filmes de Hollywood y no se pierde una gala de la entrega de los premios Oscar de cada año. Sin embargo, mantiene la paranoia de su padre, Kim Il Sung, y sólo viaja en su tren blindado particular, en el que ha realizado visitas a China y Rusia.
El 4 de mayo de 2001, su hijo mayor, Kim Jong Nam, fue detenido en Japón cuando se dirigía junto a dos mujeres y un niño (se supone que éste sea un nieto del máximo líder norcoreano) a visitar Disneyland. Fue descubierto porque portaba un pasaporte falso dominicano.
Estos son los clásicos ribetes de los sistemas autoritarios, que imponen restricciones a la población mientras sus líderes disfrutan de todo tipo de privilegios. Cualquier semejanza con el régimen cubano no es pura coincidencia.
Lo previsible en esta crisis con los norcoreanos es que "la sangre no llegue al río" y el asunto se resuelva en negociaciones. O bien bilaterales, entre Pyongyang y Washington, o más amplias con la eventual participación de Corea del Sur, Japón, China y Rusia.
Claro que tampoco puede descartarse totalmente que el "querido líder" cometa errores de cálculo y sea demasiado exigente en sus demandas, lo que podría complicar la situación.
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