Jueves, 23 enero 2003 Año IV. Edición 540 IMAGENES PORTADA
Internacional
El chantaje de la dinastía Kim

Pyongyang anuncia que abandonará el Tratado de No Proliferación Nuclear y el mundo vuelve con preocupación la vista hacia la península coreana.
por MIGUEL RIVERO, Lisboa Parte 1 / 3
Pyongyang
Pyongyang, plaza Kim Il Sung. El Máximo Líder exige
pompa y obediencia

La retirada de Corea del Norte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), anunciada el pasado viernes 10 de enero, forma parte de la escalada de chantajes del régimen de Pyongyang para obtener mayores ventajas económicas en sus negociaciones con Estados Unidos, Corea del Sur y Japón.

Es de sobra conocido que el régimen que encabeza "el querido líder" Kim Jong Il ha conducido a Corea del Norte a una de las mayores hambrunas en la historia de esa parte del mundo, y utiliza los clásicos métodos de los gobiernos totalitarios, que se resumen en amenazas y chantajes.

La prioridad del autoritarismo norcoreano es sobrevivir, no importan los costes, y en esto existen grandes coincidencias tácticas con gobiernos amigos, como los de Bagdad, La Habana y Caracas.

En realidad, al atizar esta crisis, Kim lo hace con plena conciencia de que puede aprovecharse de la coyuntura internacional, cuando los esfuerzos de Washington se concentran en garantizar que Sadam Hussein sea despojado de sus armas de destrucción masiva.

Corea del Norte busca un pacto de no agresión con Estados Unidos, que Washington no desea debido a que, por razones obvias y debido a experiencias anteriores, desconfía de las intenciones de los norcoreanos.

En realidad, la crisis estalla porque Pyongyang dio a conocer públicamente que tenía un programa nuclear secreto y por esa razón el Gobierno norteamericano cortó el suministro de petróleo. Precisamente, este envío de combustible formaba parte del acuerdo alcanzado en 1994, para que Corea del Norte abandonase la carrera nuclear.

Los acontecimientos se aceleraron cuando Pyonyang anunció que reactivaba la planta de Yongbyon, expulsaba a los inspectores internacionales de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), cortaba la vigilancia electrónica y desplegaba armas no permitidas en la zona desmilitarizada.

Sin duda alguna, una serie de pasos premeditados para provocar el conflicto, cuando expira la moratoria unilateral de Pyongyang sobre pruebas de misiles de largo alcance. Existen indicios de que el régimen norcoreano puede poseer misiles intercontinentales, capaces de llegar al territorio de Alaska, en Estados Unidos. Pero falta probarlos.

El Gobierno de Pyongyang, incapaz de producir alimentos, ha concentrado sus esfuerzos en la tecnología militar. En esto se asemeja a La Habana, que enfrenta los mismos problemas alimentarios pero exhibe con orgullo sus éxitos en biotecnología. Es sintomático que la prensa oficial cubana sólo se refiera a estos temas citando la versión oficial de Pyongyang, la que, por supuesto, culpa de la crisis a la agresividad de la política norteamericana.

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