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Internacional
El juego está trancado

¡Ni un paso atrás!, clama la oposición a Chávez tras 37 días de paro. Los cacerolazos suplantaron a los villancicos en la Navidad venezolana.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas Parte 2 / 3

El sector educacional también ha acatado el llamado a paro. Las escuelas y universidades privadas continúan cerradas y no abrirán hasta que no se encuentre una salida electoral inmediata a la crisis. Los centros docentes estatales, aunque están abiertos, apenas han podido realizar sus labores, porque la mayoría de los maestros pertenecen a organizaciones sindicales que se han sumado a la huelga.

Caracas se distingue por sus lujosos centros comerciales, que le dan un aire cosmopolita. Todos están cerrados desde el 2 de diciembre pasado. La Cámara Venezolana de Centros Comerciales —que engloba a más de 260 grandes complejos comerciales en todo el país, con tiendas de ropa, bancos, franquicias de comida, cines y farmacias— estima que estos negocios están dejando de comercializar diariamente entre 8000 y 10.000 millones de bolívares (de 6,1 a 7,7 millones de dólares).

A la crítica situación económica se suman las multitudinarias acciones de calle convocadas por la oposición, que ha reiterado que el paro es indetenible. "¡Ni un paso atrás!" es la consigna de la Coordinadora Democrática, que agrupa a casi todos los partidos políticos y asociaciones civiles opuestas al Gobierno.

Es el paro más largo y severo que Venezuela recuerda. Sin embargo, el presidente se empeña en ignorar la gravedad de la situación. A finales de diciembre pasado, en una entrevista con el diario Washington Post, Chávez dijo que reconsideraría su renuncia sólo si la violencia y la agitación hacen ingobernable al país. La gente se pregunta hasta qué punto tiene que colapsar la economía, o haber otra masacre, para que el gobernante se dé cuenta de que su proyecto revolucionario fracasó.

La batalla petrolera

Los venezolanos están marcados por el petróleo. Quien logre hacerse con el control de la vital industria decide hacia qué lado se inclina la balanza. Por ello, desde que comenzó el paro petrolero el Gobierno ha realizado ingentes esfuerzos por recuperar el timón de la estratégica Petróleos de Venezuela S. A. (PDVSA).

Gobierno y oposición están inmersos en una batalla petrolera desde que comenzó el paro nacional. Por cada día de paralización de su mayor industria, el país deja de ingresar 40 millones de dólares. La huelga en PDVSA, el quinto exportador de crudo del mundo, contrajo la producción de tres millones de barriles diarios a 200.000. Se estima que la producción total ha caído por debajo del 90 por ciento, y la refinación está en un nivel mínimo.

Para Chávez, ganar la batalla petrolera es una cuestión de honor personal. Pero sus detractores dudan que el teniente coronel retirado pueda vencer en esta campaña, máxime cuando la ha planteado como una guerra. Sus contendientes saben que como estratega es bastante mediocre.

En sus frecuentes discursos, el mandatario ha reiterado que está tomando todas las medidas necesarias para reactivar las operaciones de (PDVSA). La tarea no es fácil, porque de los 40.000 trabajadores petroleros, más de 30.000 están en huelga. Para Chávez todo el que se haya sumado el paro es un "traidor a la patria" y un "terrorista". Hasta ahora, 251 empleados y un centenar de gerentes opositores han sido despedidos. Las instalaciones de la corporación continúan militarizadas, así como los buques cisternas que se sumaron al paro.

Los "partes de guerra" de Chávez provocarían risa si la crisis no fuese tan grave. El domingo pasado aseguró que el país está produciendo un millón y medio de barriles de petróleo por día. Los que viven aquí se preguntan dónde están esos barriles, porque las gasolineras siguen cerradas, o desabastecidas.

Venezuela, por primera vez en su historia, está importando petróleo. La semana pasada Brasil le vendió 520.000 barriles de gasolina. Alí Rodríguez, presidente de PDVSA, le dijo a The Wall Street Journal que el Gobierno está comprando gasolina a 60 dólares el barril en el mercado "spot", y vendiéndola en el mercado local al precio subsidiado de 11 dólares el barril. "Compraremos de fuentes extranjeras cada vez que lo necesitemos. Es una precaución", aunque admitió que se trata de una costosa contingencia.

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