Miércoles, 11 diciembre 2002 Año III. Edición 513 IMAGENES PORTADA
Internacional
Raspar la olla

Venezuela trepida en medio de un paro general que se tiñó de sangre el pasado seis de diciembre.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas Parte 1 / 3
Cartel
Caracas. Dos fechas que recordar

¿Cuántos muertos más tienen que poner los venezolanos en la búsqueda de una salida democrática a la profunda crisis que vive el país? ¿Cuándo se dará cuenta Hugo Chávez que Venezuela está profundamente dividida en dos países? En uno pequeño viven sus afectos y en el otro, más grande, sus adversarios. ¿Cómo se convencerá de que no puede seguir gobernando el país pequeño mientras aplasta y reprime al mayor?

Venezuela está de luto en medio de una huelga general que comenzó el dos de diciembre y aún no termina. El paro cívico nacional, como lo llama la oposición, se tiñó de sangre la noche del viernes seis de diciembre, cuando fue masacrada una manifestación pacífica opositora reunida en la Plaza Francia, de Altamira, una elegante zona caraqueña. Tres personas murieron y 28 resultaron heridas de bala, de manos de presuntos afectos al Gobierno, que irrumpieron en la concentración disparando en todos los sentidos.

Las víctimas fueron una estudiante de 17 años, una humilde señora de 76 años que vendía empanadas y café en el sitio y un profesor universitario, que por primera vez manifestaba su descontento con el Gobierno en la Plaza Francia. Todos recibieron balazos en la cabeza. En varios hospitales de la capital son atendidos los heridos por armas de fuego, algunos en estado grave.

Las imágenes transmitidas en vivo por los canales de televisión apostados en la plaza Francia llenó de espanto a los venezolanos. Se vieron caer muertas y heridas a personas armadas con banderas y pitos. Hombres y mujeres, ancianos y niños corrían desesperadamente en busca de refugio, o se apretaban contra el suelo de la plaza esperando que no los tocaran las balas. El cadáver de una de las víctimas fue cubierto con la bandera venezolana, que rápidamente se cubrió de sangre.

Por minutos reinó la confusión, que se convirtió poco a poco en ira e indignación. Al pedido de las autoridades de que se abandonara el sitio para preservar la vida, la multitud volvió al centro de la Plaza Francia y entonó, aún con lágrimas en los ojos, el himno nacional.

Desde el 22 de octubre pasado, la Plaza Francia de Altamira es protagonista de un hecho sin precedentes en América Latina. En la región, los militares han interrumpido el hilo democrático en muchas oportunidades y en otras han gobernado moviendo los hilos de algún presidente títere. Por esas razones, es muy difícil de entender como un centenar de altos militares venezolanos que se declararon en desobediencia legítima, permanecen acampados en una plaza, pidiendo salidas democráticas a la grave crisis que azota Venezuela.

Estos oficiales disidentes fueron los mismos que durante los sucesos de abril pasado se declararon en desobediencia al negarse a reprimir una manifestación pacífica que pedía la renuncia del presidente Chávez. En aquella oportunidad, la comunidad internacional confundió la decisión de no masacrar al pueblo en las calles con un golpe de Estado. Los militares rebeldes fueron juzgados por el Tribunal Supremo de Justicia, que los eximió de culpa, pues consideró que con su actuación habían restablecido el hilo democrático roto, luego de la masacre del 11 de abril, en el que murieron 19 personas y 300 fueron heridas.

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