| Diálogo de sordos |
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| La segunda ronda de conversaciones entre la UE y La Habana fracasó el pasado lunes, en Copenhague. |
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| por MIGUEL RIVERO, Lisboa |
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Como resultaba previsible, la segunda ronda del diálogo político en Copenhague entre Cuba y la Unión Europea (UE) terminó el pasado lunes 4 de noviembre en un rotundo fracaso, debido a la posición inflexible del Gobierno de Fidel Castro, que no presentó avances en el respeto a los derechos humanos, las libertades y en aceptar los principios básicos de la democracia, como es el caso del pluripartidismo.
Resultó significativo que a la conferencia de prensa posterior a la reunión sólo asistiera el viceministro cubano de Relaciones Exteriores, Ángel Dalmau. Los representantes de la UE se limitaron a distribuir una nota oficial.
En el clásico lenguaje diplomático, la nota de la UE constata que "esta reunión brinda la oportunidad de intercambiar puntos de vista sobre una cantidad de temas de interés común concernientes a la cooperación entre Cuba y la UE, como la situación de los derechos humanos en Cuba y en los países de la UE, el desarrollo del sector económico y privado, el embargo estadounidense y la lucha internacional contra el terrorismo".
El viceministro Dalmau se refugió en la clásica jerga de La Habana y dijo que también tenía que plantear "reproches" a la Unión Europea. "Estamos preocupados por la corriente xenófoba en varios países, la situación de los inmigrantes en Europa, por la falta de igualdad entre hombres y mujeres en el mercado laboral y por el consumo creciente de drogas blandas", aseguró.
Se trata del clásico diálogo de sordos, denominado "político" en un clásico malabar de eufemismo, típico de las definiciones diplomáticas.
Lo grave para el pueblo cubano es que el representante de La Habana dijo que ni siquiera se habló sobre la posible candidatura de la Isla para formar parte del Convenio de Cotonú, que rige las relaciones de cooperación entre la UE y el grupo ACP (África, Caribe y Pacífico). Cuba es el único de los 78 miembros que no lo ha ratificado.
Por esta razón, el Gobierno de Fidel Castro no tuvo derecho a participar en las negociaciones para recibir ayuda por parte de la UE, de un fondo de 14.000 millones de dólares destinado a la ayuda para el desarrollo y el combate a la pobreza, en un programa que se extenderá hasta el año 2005.
El inmovilismo de La Habana es el principal obstáculo para no recibir estos beneficios. El quid de la cuestión lo explicó el 9 de septiembre de 2001 el ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Piqué: "Cuba se retiró unilateralmente el año pasado y si no está en el Convenio de Cotonú es porque ha querido introducir condiciones previas a determinados artículos, en particular a los relativos al seguimiento de la situación de los derechos humanos".
En este asunto del diálogo con la UE y el Convenio de Cotonú podrán continuar los viajes del viceministro Dalmau, o del ministro de Gobierno, Ricardo Cabrisas, pero todo indica que los países de la Unión Europea no están dispuestos a ceder en lo que se refiere a la posición común hacia Cuba, adoptada en 1996.
Ese texto señala que la UE "considera que una plena cooperación con Cuba dependerá de las mejoras en el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales". Y agrega que "a medida que las autoridades cubanas avancen hacia la democracia, la UE prestará su apoyo al proceso".
Como es conocido, Fidel Castro se ha atrincherado en los argumentos de que en Cuba existe la democracia perfecta y el sistema político es "irrevocable". Evidentemente habrá que esperar tiempos mejores para las relaciones de colaboración con la Unión Europea.
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