| Roberta Lajous ante el reto |
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| ¿Normalizará las relaciones México-Cuba la nueva embajadora azteca en La Habana? |
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| por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F. |
Parte 1 / 2 |
La nueva embajadora mexicana en Cuba, Roberta Lajous Vargas, tiene ante sí una de las misiones más difíciles de su carrera. Llegará a la Isla luego de un largo y amargo período de desencuentros entre México y La Habana.
Hasta hace unos días, la señora Lajous era Embajadora Alterna ante las Naciones Unidas en Nueva York, fue titular de la embajada en Austria y se ha distinguido por un elevado historial académico en El Colegio de México. Diplomática de carrera, agrega a su belleza y juventud un trato terso y fino, una discreta simpatía personal y una sobresaliente inteligencia.
Llegará a su nuevo destino después de que han ocurrido en él ásperos episodios. Durante lo que va del año, las autoridades de ambos países parecieron obedecer más a sus vísceras que a los principios diplomáticos y al trato surcado por la serenidad y la prudencia.
En la disputa intergubernamental, que no ha terminado, tuvo que ver el cobro de antiguas facturas personales en las que hay que tener en cuenta el antiguo rencor cubano contra el canciller azteca Jorge Castañeda. En la Isla no olvidan que éste, como académico, utilizó información privilegiada a la que tuvo acceso para difundir la participación isleña en las guerrillas latinoamericanas. Dos libros dieron cuenta de ello: La utopía desarmada y La vida en rojo, una biografía bastante descarnada y documentada del Che Guevara, en la que se pone en duda la solidaridad de Cuba con el mártir argentino.
El universitario mexicano cometió agravios contra los revolucionarios antillanos que se le aparecieron ahora en su calidad de jefe de política exterior.
A ello vino a sumarse, además, el error de haber nombrado como primer embajador de Vicente Fox en la Gran Antilla a Ricardo Pascoe, un izquierdista más favorable a las posiciones cubanas que a las mexicanas. Pascoe, desde el principio, trazó su propia agenda diplomática sin tomar en cuenta las exigencias de sus superiores. Se negó a recibir a los disidentes en La Habana, empujó por un voto mexicano favorable al Gobierno castrista en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra y se ostentó en la prensa de su país, más allá de lo prudente, como amigo estrecho de Fidel Castro. Al final, rotas sus relaciones con el canciller Castañeda y con el presidente Fox, dejó de ser útil simultáneamente: al régimen de su país y al castrismo.
La embajadora Lajous llega a La Habana pisando sobre los cristales destrozados que quedaron de la difusión de la charla telefónica entre Fidel Castro y Vicente Fox, en la que éste le pidió a aquél que se retirara con premura de la Cumbre de Monterrey para no alterarle la digestión al Señor W con su presencia. También hay rescoldos del voto mexicano en Ginebra, adverso a posiciones de la Isla, y de la entrevista del mandatario azteca con los disidentes antillanos, de la cual Castro no tuvo noticia anticipada.
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