Miércoles, 23 octubre 2002 Año III. Edición 478 IMAGENES PORTADA
Internacional
Palestina de facto

Desde hace más de cinco décadas, la tragedia palestina planea sobre el futuro árabe-israelí.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami Parte 1 / 4
Gaza
Campo de Refugiados de Rafah, en Gaza. Milicias
palestinas

No puede negarse la ocupación militar israelí de territorios palestinos, ni la existencia de cuatro millones de palestinos excluidos y expropiados. Los palestinos se asumen como una humanidad despojada, en destierro y sin país; su insistente derecho al territorio no es insólito ni una aberración descontextualizada. Desde cualquier ángulo o posición es necesario analizar al palestino en exilio y en territorios ocupados como la pieza necesaria para entender y solucionar la crisis árabe-israelí. El que los sionistas fuesen exitosos en sus pautas migratorias y en la posterior construcción de una nación, hizo invisible al palestino y sus derechos.

Con los romanos, los árabes abasidas y los turcos otomanos hasta su desmembración en 1947, Palestina nunca gozó de autonomía o de independencia, y su pueblo nunca se identificó con su territorio. Sus habitantes se reconocían como parte de la nación árabe y, bajo el mandato británico, como naturales de la Siria colonial: Palestina, Líbano, Siria, Jordania. Los palestinos (sirios del sur) regulados bajo el arcaísmo feudo-tribal no disponían de la coherencia suficiente para enfrentarse a las tres magnas crisis que les planteó el siglo XX: el mandato británico sobre ese territorio, el sionismo y la modernización.

El imperativo demográfico, y no la realidad política, fue lo que legitimó el reclamo sobre su oriundez, justamente cuando los judíos instauraban allí su Estado. No ha sido insólito el incidente histórico donde individuos y comunidades se han definido por sus enemigos, y esto es concretamente cierto con los palestinos, catalizados por una sociedad propiamente no-árabe, como la israelí. Lo que hoy se conoce como Palestina fue articulado por la respuesta belicista árabe a la marea migratoria judía. Y ese traumático encuentro puntualizó una identidad que se cimentó simultánea a la israelí, igualmente traída de la mano internacional.

Tras la guerra de 1948 de los árabes contra los judíos, Palestina se borró como entidad geográfica y como pueblo; entre Israel, Jordania y Egipto absorbieron casi todo el territorio que les correspondía. Una parte de los palestinos se quedó en Israel y el grueso fue confinado en refugios en el Líbano y Siria. La campaña de los palestinos expatriados en favor de su derecho al retorno fue lanzada por los otrora monarcas árabes de Egipto (Faruk), Jordania (Hassan II) y Arabia Saudí (Feisal), precisamente los autores de los campos de refugiados palestinos para sus cruzadas anti-israelíes. Este credo modeló por décadas la estrategia regional al punto que nadie en el área, ni el propio Yasser Arafat, homologó el caso de estos palestinos con los judíos de Alejandría, Fez, Bagdad, Damasco o Beirut, que fueron expulsados por los árabes. Así, la propaganda y la historia mística no han dejado de explotarse por ambas partes.

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