| El diablo está en los detalles |
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| El factor 'Cuba' en los comicios alemanes de este 22 de septiembre. |
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| por JORGE A. POMAR, Colonia |
Parte 1 / 3 |
Según la vox populi, al enterarse de que Cuba acababa de declararle la guerra a Alemania, Hitler preguntó a su ministro de Exteriores, Von Ribbentrop, dónde se hallaba la belicosa isla. Otro chiste muestra a Brezhnev desmollejado de la risa tras recibir un inventario de pedidos de los camaradas cubanos. Cuando su canciller Gromiko inquiere por el motivo de aquella extemporánea hilaridad, el secretario general del PCUS contesta: "Es que ya me estoy imaginando la cara que va a poner Honecker cuando le pase esta lista". Por descontado que, siendo la geografía una de sus pasiones, el desprecio del Führer debía ser fingido. A la postre, aquella insignificante isla caribeña haría una modesta contribución a su derrota endulzando las raciones de las tropas aliadas que desembarcaron en Normandía. En cuanto a Brezhnev y Honecker, sin duda el hijo bobo cubano puso su granito de arena en la quiebra de la URSS y la RDA.
En verdad, los feedbacks cubano-alemanes se remontan a un período en que ambos países formaban parte del vasto imperio de Carlos V. Ello explica que el dinero de los Fugger y los Wetzel jugara un papel tan destacado en el comercio con la Isla a través de Sevilla, o que, por ejemplo, Johann Tetzel recibiera el privilegio de la explotación de las minas de El Cobre. Estos y otros muchos contactos se dieron antes que el padre José Agustín Caballero se carteara con Goethe, el barón Wilhelm von Humboldt dialogara con los sacarócratas, los niños de Bremen corearan unas coplas que hablaban de negros destripados en las calles de La Habana a raíz de la presunta Conspiración de la Escalera, nuestras abuelas estrenaran sus máquinas de coser Singer o llamasen kindergarten a las guarderías infantiles y los pavorosos máuser abrieran "grandes claros" en la caballería mambí. Mucho menos conocido es quizás el hecho de que nuestros suelos fueron abonados por millares de quintos españoles que largaban las tripas junto con unas conservas prusianas utilizadas a título experimental en la alimentación de las tropas peninsulares del 95.
Desde luego, los contactos cubano-alemanes distan mucho de acabar ahí. Pero hay que referir al último rebote criollo en la alta política germana, a saber, en las elecciones del próximo 22 de septiembre. ¿Qué tiene que ver Cuba con los comicios federales alemanes? Ciertamente, no mucho. Como siempre, se trata de un efecto de refilón, de un detalle. Aunque ya lo dice el refrán: "El diablo está en los detalles". En el hecho de que buena parte de las millas de bonificación indebidamente usadas para fines privados que provocaron la reciente renuncia del líder del Partido del Socialismo Democrático (PDS) fueron recorridas por su mujer y su hija en un viaje de placer a la Isla.
Podría argumentarse que otros diputados alemanes incurrieron en el mismo desliz, aunque ellos o sus parientes viajaron a otros países. Sólo que Gregor Gysi era el líder del PDS, el reformado Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA). Y sucede que la plataforma del PDS se desmarca de la herencia de la RDA precisamente por su renuncia al dogmatismo estalinista con todas sus consecuencias: equiparación de derechos sociales y derechos civiles y humanos, pluripartidismo y elecciones democráticas, economía de mercado... Esto ya de por sí hace cuestionable el destino elegido por la familia Gysi, en el sentido de la presumible simpatía por un régimen que encarna y preconiza todo lo contrario y se halla a la izquierda del PSUA en la escala del dogmatismo. Pero la sospecha se corrobora cuando escuchamos a Gabrielle Zimmer, la actual presidenta del PDS [Granma digital, 20-11-2001], declarar públicamente que el objetivo de su visita es "estrechar las relaciones con el Partido Comunista de Cuba, ya que el intercambio de experiencias entre las dos organizaciones resulta de vital importancia para la humanidad". Una retórica que parece sacada del mismo periódico cuando quienes estaban de visita oficial en La Habana eran Erich Honecker o Egon Krenz.
El quid del asunto está en que, con la caída del también titular de la cartera de Economía en el Senado (Ayuntamiento) de Berlín —considerado el político más carismático de Alemania y el mejor orador del Parlamento Federal—, el PDS corre peligro de no alcanzar el 5 por cierto de los sufragios necesarios para mantener su presencia en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento Federal) y verse nuevamente relegado a la marginalidad. Por otra parte, están igualmente en veremos las posibilidades de compensación a través de candidatos directos, tabla de salvación que permitió al PDS acceder al Bundestag en los primeros comicios de la Alemania unificada, a pesar de no haber saltado el listón del 5 por ciento. A pocos meses del impresionante triunfo alcanzado por el PDS en Berlín, el último sondeo publicado por el canal ZDF arroja un insuficiente 4,5 por ciento para los neocomunistas.
Todo ello plausiblemente motivado por la renuncia de Gysi a causa de las millas de vuelo ilícitamente empleadas por su mujer y su hija en su viaje a la Perla de las Antillas. En realidad, la causa de la renuncia de Gysi es más que baladí en un país estremecido por una interminable secuencia de escándalos de corrupción. Se especula que los motivos de fondo bien podrían ser otros, entre ellos la cabeza de caballo que, en su condición de titular de Economía de Berlín, representaba enderezar las finanzas de una capital irremediablemente endeudada, o acaso el natural cansancio tras una década de ensañamiento en su persona que incluye la perniciosa acusación de haber sido colaborador informal de la STASI (Seguridad del Estado) durante sus años de abogado defensor de disidentes en la RDA.
Se supone que la mayoría de los votos perdidos por el PDS sean emitidos a favor del gobernante Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), compensando así las pérdidas de Alianza 90-Los Verdes, su yunta en el poder. Amplios sectores de la voluble base electoral de Alianza 90/Los Verdes —un partido integrado por antiguos disidentes de la RDA y ex radicales de izquierda de la generación del 68 en la RFA, entre otros movimientos— se sienten traicionados por el oportunismo de sus representantes en la coalición gubernamental, y se disponen a emitir un voto de castigo a su directiva.
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