Jueves, 03 octubre 2002 Año III. Edición 464 IMAGENES PORTADA
Internacional
Las castañas y el fuego

El cinismo europeo ante el ultimátum de George W. Bush a Bagdad.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami Parte 1 / 3
Manifestantes musulmanes
Londres. Manifestantes musulmanes contra la política de
Bush hacia Irak

No es sólo el peligro de la propagación del terrorismo contra Occidente, la implosión de cuatro rascacielos más o el chantaje de Bagdad sobre sus vecinos de la Media Luna y la Cimitarra lo que está en juego en el Oriente Medio. Para Tel Aviv, no hay duda alguna de que el rearme iraquí tiene como primer punto la destrucción de su Estado a corto, mediano o largo plazo. A Tel Aviv lo que no le sobra es tiempo.

Desde hace más de una década, Israel está advirtiendo a Washington de que Sadam Hussein le tiene como su próximo blanco. Los temores israelíes no son infundados; en 1981, su aviación fulminó los reactores atómicos de Osirak que Hussein instalaba con la complicidad francesa, y por esa fecha el Mossad envió al paraíso a los técnicos que construían un famoso "supercañón" capaz de alcanzar a Israel. Bagdad ha sido un nido de terroristas palestinos y Hussein no está desarrollando armas de destrucción masiva para exhibirlas en vitrina. En una reciente comunicación telefónica privada entre el Emir de Qatar y el rey Fahd de Arabia Saudita, éste comentaba que Yasser Arafat y Hussein buscaban provocar una nueva guerra con Israel, señalando que ello sería desastroso para el mundo árabe al contar Israel con cientos de ojivas nucleares y 47 bombas atómicas.

Israel, el factor principal de esta crisis actual del Occidente con Irak, casi nunca es mencionada. Aunque no le sea fácil demostrarlo, la decisión del presidente George W. Bush no es un juego electoral ni una acción impulsiva, sino que cae dentro del marco de lo preventivo. La campaña para liquidar el "asunto Hussein" se aceleró hace unos meses desde la orilla opositora a la actual administración republicana, en el caucus congresional judío del Partido Demócrata, con Al Liberman a la cabeza. Aunque en los medios de prensa no se perciba así, todo indica que ha sido Israel quien, convencida y alarmada del actual estado de adelanto de las armas iraquíes de destrucción masiva, ha puesto al presidente Bush contra la pared en un "ustedes o nosotros", estableciendo la disyuntiva de que si Washington no resuelve tal entuerto, los tanques de Ariel Sharon lo harán.

El asalto aéreo sobre Irak en la Guerra del Golfo de 1991 no destruyó las dos plantas levantadas por los franceses para procesar el uranio enriquecido. Nunca se pudo conocer con precisión la ubicación de tales plantas, ni la red ilegal de sus proveedores foráneos, ni los actuales. Estas centrífugas eran mucho más avanzadas que las construidas por Estados Unidos para las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Aún están en Irak los diseñadores de las factorías nucleares y bioquímicas, y a ciencia cierta se desconoce hasta dónde ha mejorado la precisión de sus cohetes que una década atrás cayeron en los techos de Tel Aviv, y qué han logrado los técnicos extranjeros que secretamente en Bagdad perfeccionan el combustible sólido para los cohetes. Jamás se encontró la documentación de las mismas, ni se entregó a la ONU. Los científicos y técnicos desaparecieron de la vida pública, los institutos, y las universidades.

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