Lunes, 22 julio 2002 Año III. Edición 414 IMAGENES PORTADA
Internacional
Nader de nada

En La Habana, el candidato por el Partido Verde estadounidense criticó el embargo. Lo que casi nadie supo fue si abogó por el respeto a los derechos civiles y políticos de los cubanos.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Nader y Alarcón
Nader, Alarcón. ¿La revolución también es verde?

El canciller del castrismo, Felipe Pérez Roque, declaró hace una semana que no se explicaba cómo Estados Unidos quería que Cuba cambiara su sistema por el multipartidismo cuando en realidad en Norteamérica habían sólo dos partidos que eran, esencialmente, uno solo. La respuesta ambulante a semejante falsedad es Ralph Nader.

El presidente del Partido Verde se postuló para mandatario de EE UU en las elecciones de 2000. Obtuvo un 3% de los votos y nadie le llamó traidor a la patria o agente de una potencia extranjera. Además de que también existe un partido comunista en USA (que tampoco representa a muchos electores).

Los americanos votan por el candidato que creen le va a dar a su país mayor auge económico y seguridad —demócratas y republicanos son incapaces de meterse con la propiedad privada o las libertades fundamentales del ciudadano—. El elector típico tradicional pone en primer plano, además, valores morales muy arraigados, como la familia y la religión; también, en forma creciente, la defensa del medio ambiente y la protección contra las grandes corporaciones. En ese ámbito tiene merecido nicho el Partido Verde del señor Nader.

En aquellos países donde se respira libertad hay un espontáneo equilibrio: están las grandes corporaciones —megafusiones de inmensas compañías—, ávidas de dinero e influencias políticas, y las ONGs que defienden de ellas a las clases media y pobre. El señor Nader vino a un país (Cuba) donde las únicas ONGs que pueden funcionar legalmente son las que reconoce el Gobierno del que supuestamente deben defender a la sociedad.

En su visita oficial de tres días a La Habana, Nader criticó el embargo estadounidense —que con ser importante no constituye el principal problema de la Isla—, pero no se le oyó decir una palabra sobre respeto a los derechos humanos, tema sobre el cual es muy ducho el candidato. Tal vez en su discurso del aula Magna de la Universidad de La Habana se haya referido al asunto —que sí es fundamental para la oposición—, pero nadie pudo saberlo porque, a diferencia del de Jimmy Carter, no se pasó en vivo por radio y televisión, ni se publicó en el periódico. Si Nader mencionó el espinoso tema a Fidel Castro, ¿cómo saberlo?

El martes 9 tuvo un desayuno de trabajo con representantes del movimiento disidente, pero pareció más para cubrir la forma.

Es de rigor que los políticos de países democráticos hablen en Cuba de respeto a los derechos humanos y de democracia, si es que creen en dichos valores. No es ético elogiar los sistemas de salud y educación en la mayor de las Antillas sin conocer sus enormes carencias. Tampoco está bien hablar sin que se hagan algunas precisiones, y son inevitables las comparaciones con Carter, quien añadió a su desacuerdo con la política de su país para con el régimen una puntualización imprescindible: El embargo no es la causa fundamental de los problemas económicos de la Isla... Cuba puede comerciar con más de cien países e, incluso, encontrar mejores precios en otros mercados.

Algunos visitantes, al no estar al tanto de la tragedia del pueblo cubano, son fácilmente manipulables. En realidad ayudan a confundir más al ciudadano de a pie. Nader es un disidente y su opinión es muy respetable, sobre todo cuando habla de EE UU, al cual sí conoce. Pero no se puede venir a un país donde impera una dictadura de 43 años a platicar sobre salud y educación o de lo mal que anda el mundo, y mirar para el otro lado cuando se trata del agobio de un pueblo que se ahoga por la falta de libertad.

Si se le propusiera al señor Nader todas las ventajas materiales del modo de vida estadounidense para su pueblo, a cambio de que hiciera silencio sobre los abusos de las corporaciones al ciudadano común, seguramente no aceptaría. Así actúan las personas íntegras. ¿Por qué supone entonces que debemos estar conformes con un sistema de salud gratuito de tercera categoría a cambio de nuestras libertades civiles y políticas? Pero incluso si el sistema de salud cubano fuera perfecto, ¿no se da cuenta que la nación estaría pagando el precio más alto del mundo por ello?

¿Qué le hace pensar al candidato por el Partido Verde que los cubanos no somos normales?


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