Lunes, 22 julio 2002 Año III. Edición 414 IMAGENES PORTADA
Internacional
Fraga, el adivino

El presidente gallego, otrora Ministro de Información y Turismo de la dictadura franquista, afirma que el régimen no sobrevivirá a la muerte de Fidel Castro.
por MICHEL SUáREZ, Valencia  
Manuel Fraga
Manuel Fraga Iribarne, presidente da
Xunta de Galicia

Puede imaginarse el depauperado rostro de Fidel Castro —puñetazo sobre el buró incluido— al conocer la opinión de su entrañable Manuel Fraga Iribarne a propósito de un futuro cubano sin su presencia. El veterano político español, que ha decidido "tirar la toalla" y no presentarse más a la presidencia autonómica de Galicia, sorprendió a muchos con sus recientes declaraciones acerca del porvenir de la Isla cuando falte su actual gobernante. "El régimen de Cuba no sobrevivirá más de seis meses a Fidel Castro", dijo de un tirón, y se justificó ante su "amigo" afirmando que no sabía si sus declaraciones le gustarían, pero era lo que pensaba.

Fraga Iribarne, siempre sorpresivo, se introduce también en el polémico asunto de la sucesión de Castro, y lo hace de manera punzante, propia de quien ha experimentado un régimen dictatorial desde la cúpula. Con talante típico de camaleón, gustoso de servir bajo cualquier circunstancia, se ha escurrido con suerte en la transición democrática española.

El presidente gallego se las ha arreglado siempre para mostrarse abiertamente partidario de Fidel Castro, aunque empeñándose en demostrar que su relación sólo es personal y motivada por las raíces ancestrales comunes. Nunca dejó de llamar la atención que el fundador de la derecha española (Alianza Popular, hoy Partido Popular) sostuviera tal maridaje con el régimen fundamentalista y de izquierdas de La Habana, ni que en los años políticamente más difíciles entre la península y la Isla (a partir de 1996, con su partido en el gobierno) adoptara posturas tan tibias para con el gobernante cubano.

Sus constantes visitas a la mayor de las Antillas no hicieron otra cosa que refrendar el sentimentalismo que lo une a ella, además de asegurarle que las tímidas medidas aperturistas del Gobierno también podían favorecer a los empresarios gallegos. En su discurso tradicional no ha faltado la crítica abierta a la responsabilidad de Estados Unidos en la situación de Cuba, y apenas ha dejado margen de reconocimiento a la oposición interna. No se sabe cómo ha podido ver "pasos positivos hacia la transición" en la Isla, algo que nadie observa, ni siquiera los más optimistas.

Esta fidelidad a la "causa cubana" bastó para que en 1998 la Universidad de Oriente —que había perdido la costumbre de entregar su premio principal— le otorgara al señor Fraga el título de Doctor Honoris Causa, en tributo a sus méritos intelectuales y políticos. Pero, ¿a cuáles méritos se refería el citado nombramiento, ordenado directamente por Fidel Castro?

Lógicamente, a su trayectoria al servicio del general Francisco Franco, como embajador en varios países, miembro del Consejo de Estado y en el tristemente recordado puesto de Ministro de Información y Turismo durante el período 1962-1969. En el texto La cultura española durante el franquismo se denuncia que en su período ministerial Televisión Española mantenía "abultados los logros del régimen" y enmascarados "los desajustes y las tensiones", además de no descuidar el fútbol y los toros. Idéntico procedimiento que el utilizado por Lenin, Stalin y Hitler en relación a la prensa escrita y la radio, basado en el "pan y circo" de Nerón para los romanos. Años oscuros para la prensa ibérica, de marcada oficialidad y únicamente disponible para los desfiles de la victoria, viajes de ministros, inauguraciones a las que asistía el General y declaraciones políticas.

Por suerte, el doctorado de la segunda universidad cubana no pasó inadvertido para un grupo representativo de intelectuales, que se atrevió a protestar por su otorgamiento, aunque los oídos siempre fueron sordos.

Ahora Don Manuel, cansado —¿y redimido?—, mira hacia atrás y ve a su general Franco agonizante, le compara con el caudillo que le ganó la apuesta de mayor cantidad de años en el poder y está dispuesto a creer en una solución biológica similar. Ingenuidades aparte, Raúl Castro no es Juan Carlos I, a quien Franco testamentó la batuta. El Rey condujo a España a la transición pacífica y gradual y Castro II podría hacer de Cuba el mismísimo infierno si no es capaz de reformarla con suficiente inteligencia (la misma que tanto escasea en su cabeza).

Por ello el señor Fraga, en lugar de servir de médium, debía hacer algo más por los cubanos en honor a ese "objetivo prioritario en la acción exterior de Galicia" que es para él Cuba.


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