Lunes, 29 abril 2002 Año III. Edición 354 IMAGENES PORTADA
Internacional
La Francia extrema

Cae Jospin, escala posiciones Le Pen y la primera vuelta de las presidenciales galas registra una abstención récord del 28%.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami Parte 1 / 3
Le Pen
Candidato ultranacionalista Le Pen

El éxito del candidato ultraderechista Jean-Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas conmovió a gran parte de la ciudadanía de la nación y el continente, al tiempo que causó sorpresa en los analistas y un rechazo considerable entre amplios sectores sociales. Al mismo tiempo, colocó en el centro de la luz pública una situación de frustración e inseguridad social que gobernantes y líderes políticos han tratado de remediar con medias tintas hipócritas y parches irresponsables, no sólo en Francia sino en toda Europa.

Los resultados de la votación se explican por factores políticos, y no significan que se vaya a instalar un gobierno de extrema derecha en el Elíseo. Todo lo más contribuirán a darle calor y entusiasmo a una contienda que antes del domingo pasado se caracterizaba por el aburrimiento y la apatía, y a garantizar la victoria del presidente Jacques Chirac, hasta hace unos días a la defensiva y desprestigiado. Pero las causas que llevaron a otorgarle el voto a un candidato xenófobo y ultranacionalista tienen repercusiones que se extienden más allá de las urnas. El fracaso de Lionel Jospin agota las esperanzas de que la izquierda tradicional transite el difícil camino de una reforma total, que acometa a fondo un plan que plantee la transformación de las condiciones que han posibilitado el resurgimiento con fuerza de actitudes y prejuicios que a estas alturas, en la sociedad europea, debían formar parte de un pasado irrepetible (y por agotar los medios tradicionales, hace al mismo tiempo más necesaria esa reforma total).

Si las tendencias que han permitido el aumento constante de la popularidad de Le Pen se mantienen, no sólo Francia, sino toda Europa, enfrentarán cada vez más el fantasma de un estancamiento social y político que posibilitará la popularidad creciente de puntos de vista que se creían superados hace apenas treinta años: un nacionalismo extremo, una añoranza reaccionaria y una radicalización ideológica que, si bien aún no hacen temer por la ruptura del proceso de integración regional, sí obligarán a los mandatarios de las respectivas naciones a lentificar el proceso. Ello encierra el peligro de un círculo vicioso, que hará cada vez más difícil el avance hacia un orden mundial donde la globalización no sea sinónimo de hegemonía por parte de Estados Unidos.

Ante el deterioro del discurso político de la izquierda tradicional, que postulaba que a un mayor desarrollo económico debía corresponder un aumento de los beneficios sociales, y desprovista de su valor como alternativa democrática frente al totalitarismo comunista, los movimientos extremistas vienen a ocupar un vacío y a posibilitar un refugio emocional contra el temor del ciudadano de a pie.

El europeo contempla el avance de un mundo modelado bajo los principios básicos del capitalismo made in usa, donde la inseguridad laboral y las desigualdades crecen a la par que la economía, con el agravante de que su país respectivo va a quedar a la zaga frente al poderío norteamericano. Lo ocurrido en Francia no es un fenómeno aislado. La extrema derecha ha logrado triunfos en Austria y Holanda. También, aunque en un grado más limitado, en Italia, Bélgica y Dinamarca.

Los factores políticos que llevaron a Le Pen a la primera plana y los grandes titulares de los principales diarios del mundo son conocidos. Por primera vez en la Quinta República francesa, fundada en 1958, una primera vuelta electoral registró una abstención récord del 28%. Hasta entonces, la mayor tasa de abstención en una primera vuelta era la registrada en 1969, con el 22,4% de los lectores inscriptos. Las explicaciones circunstanciales de la abstención van del hecho de que el escrutinio se realizó en medio de vacaciones escolares, en las regiones de París y Burdeos, a las consecuencias del escepticismo del electorado frente a las candidaturas del presidente Chirac y el primer ministro Jospin.

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