Lunes, 04 marzo 2002 Año III. Edición 314 IMAGENES PORTADA
Internacional
Una hija repudiada por la madre de los Derechos Humanos

¿Colaboradores de la dictadura? Elizabeth Burgos, sobre la presencia de Francia en la recién finalizada Feria del Libro de La Habana.
por ELIZABETH BURGOS, París Parte 1 / 3
Castro
Presentación del libro de Ignacio Ramonet en la Habana.
De 10.000 concebidos a 100.000 ejemplares, un capricho
de Castro

Uno de los valores más genuinos producto de la Revolución francesa, sobre el cual se sustentan las simientes de la República y que Francia ostenta con orgullo ante el mundo, es la de haber sido la cuna de los Derechos Humanos: principios que se sintetizan en la noción de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Es innegable el profundo apego que este país ha demostrado en los últimos dos siglos por la defensa y el respeto de esos derechos.

En lo que atañe a América Latina, la actitud de Francia ha sido irreprochable. Lo demostró, en particular, cuando países como Chile, Argentina, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, sufrieron los embates de la dictadura o de guerras civiles.

Tanto la Francia oficial como la civil, mediante las múltiples asociaciones de apoyo y de defensa de los Derechos Humanos que a lo largo y ancho del país hacen sentir su influencia, benévolamente demostraron una generosidad y un grado de entrega incomparables, realizando campañas de solidaridad. Personas procedentes de horizontes diversos dedicaron sus energías a la denuncia de la represión y a la ayuda a los latinoamericanos que lograban escapar y llegaban a Francia en busca de asilo, dando una demostración in vivo de lo hondo del sentimiento francés hacia el respeto de esos principios que han dado forma a la República.

Hemos sido testigos, igualmente, de las campañas de denuncia de la violación de esos principios en muchas otras zonas del mundo: Bosnia, Kosovo, Chechenia, Marruecos, Túnez. No hay un día del año que la prensa francesa no se haga eco de una campaña de denuncia de violaciones de los Derechos Humanos en alguna parte del mundo. Ni siquiera la propia Francia está eximida de tales denuncias. Lo prueba la violenta campaña de la que fue objeto, últimamente, nada menos que el ejército francés, por haber practicado la tortura durante la Guerra de Argelia. Tema conocido pero que resurgió a raíz de la publicación de las memorias del general Paul Aussaresses, en las que admite haber practicado la tortura durante la época en que detentó responsabilidades militares en Argelia, considerando la tortura como una fatalidad que va de par con el terrorismo.  Opinión que fue interpretada como un deseo de justificación de la tortura, de allí la reacción tan contundente de la opinión pública, que llevó al procesamiento del general —de paso fue héroe de la resistencia cuando la ocupación alemana—, el cual fue degradado y privado de todos sus honores militares.

No obstante, tanto la Francia oficial como el enjambre de asociaciones de solidaridad, la clase intelectual y todos aquellos que conforman y mueven la opinión pública francesa —salvo contadas excepciones— consideran que existe una excepción; un país que está eximido de cumplir con el requisito del respeto de los Derechos Humanos: ese país es Cuba. Por lo que existe también un pueblo que puede, impunemente, ser víctima desde hace varios decenios de esas violaciones: ese es el pueblo cubano.

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