Viernes, 10 agosto 2001 Año II. Edición 180 IMAGENES PORTADA
Internacional
Tíbet: una región nada autónoma

Se calcula en un millón los desaparecidos a consecuencia de la ocupación china
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ  

Medio siglo ha cumplido la ocupación china del Tíbet. Beijing lo está celebrando por todo lo alto. En 1950, Mao Zedong ordenó que 80.000 soldados del ejército de la República Popular China invadieran ese país de 1.230.000 kilómetros, enclavado en la región del Himalaya. El 23 de mayo de 1951, apenas ocho meses después de la entrada de los invasores, las autoridades tibetanas se veían forzadas a capitular y el Tíbet quedaba territorial, política y económicamente fagocitado por su poderoso vecino. Es lo que la jerarquía comunista china llama, con asiático humor negro, "la liberación pacífica del Tíbet", y es lo que a Lhasa, la capital tibetana, fue a festejar un viejo conocido de la población local, el vicepresidente chino Hu Jintao, quien encabezó el Partido Comunista en el Tíbet durante siete años, en el período en que se implantó allí (1989) la ley marcial.

Beijing no tiene la menor intención de retirarse del Tibet, un territorio que considera, por el casamiento de un monarca tibetano del siglo VII con una princesa china, parte histórica del suyo –argumento que los tibetanos podrían esgrimir, igualmente, para ocupar el territorio chino, lo que no ha de suceder, porque es costumbre que los tiburones engullan a las sardinas y no a la inversa–. El vicepresidente Hu reiteró en Lhasa los propósitos de su Gobierno: "Es esencial –dijo– luchar decididamente contra las actividades separatistas de la banda del Dalai Lama y las fuerzas antichinas de todo el mundo".

Los actos conmemorativos del medio siglo de la ocupación del Tíbet debieron efectuarse en mayo, pero entonces se suspendieron porque, según lo informado el 19 de ese mes por la agencia noticiosa china Xinjua, el Dalai Lama había ordenado a un monje budista seguidor suyo que se quemara vivo en el centro de Lhasa, inmolación a la que se le daría una gran publicidad internacional con el fin de sabotear los festejos del ocupante y atraer la atención del mundo, especialmente de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, sobre la situación del Tíbet. El Gobierno tibetano en el exilio, con sede en la fronteriza ciudad hindú de Daramshala desde 1959 –año en que fue sofocada la primera rebelión contra los invasores chinos–, encabezado por el Dalai Lama, ha desmentido la información de Xinjua y la ha calificado de maniobra propagandística de Beijing.

China ha invertido recursos cuantiosos en el desarrollo del Tíbet, consiguiendo elevar notablemente la producción y el nivel de vida en esta llamada Región Autónoma, al extremo de alcanzar en ella, en el primer semestre del presente año, un crecimiento del 8%, superior al del resto del país. Esto, sin embargo, no ha impedido que, desde el levantamiento popular de marzo de 1959, que costó nada menos que 87.000 muertos –según estimaciones del exilio–, la población manifieste de forma constante y de diversas maneras su rechazo a la anexión, lo que ha determinado que las autoridades chinas hayan empleado el palo además de la zanahoria. Se calcula en un millón los desaparecidos en el Tíbet en estos 50 años, pero parece imposible determinar cuántos son los ciudadanos de ese país que, en el mismo período, fueron objeto de una represión calificada de cruel por víctimas e investigadores y que se ha cebado, sobre todo, en los religiosos budistas.

A los desastres humanos hay que sumar los estropicios culturales provocados por la ocupación china. Durante la Revolución Cultural maoísta de 1966, por ejemplo, fueron demolidos en el Tíbet monasterios y edificios de gran valor histórico y arquitectónico. Uno de ellos fue el santuario budista de Gadan, catalogado entre los más famosos del mundo.

China, que en abril de este año escapó por décimo segunda vez consecutiva a una condena de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, ha reconocido recientemente que mantiene encarceladas a 100 personas por "amenazar la Seguridad del Estado en la Región Autónoma del Tíbet". Son 100 presos políticos en un país anexado por la fuerza de las armas.


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