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Más allá de 'La Tremenda Corte'

Este 28 de diciembre se cumple un siglo del nacimiento de José Candelario Trespatines, figura emblemática del humorismo nacional.
por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F. Parte 3 / 3

Trespatines
Trespatines

Churrisco cree advertir algunos elementos que influyeron en la conformación del genial comediante antillano cuando afirma: "Trespatines era tabaquero y telegrafista, pienso que la mezcla de estos dos oficios, el ser lacónico como un telegrafista, lograr transmitir por signos lo que otros dicen, y el aroma del tabaco, hayan influido en la cubanía de su trabajo posterior".

Lo primero que hizo Leopoldo Fernández fue bailar. Participó en una competencia de Charleston con su bastoncito. Él se pintó de negro y añadió algunos elementos de comicidad, de proyección escénica, de expresión corporal, que dieran risa. Como pasa en las películas, después lo llamaron para sustituir a un negrito y allí se quedó. Conoció a Mimí Kalb, con quien se asoció desde entonces. Luego fue a Venezuela con el señor Tarazona y trabajó allá con Rita Montaner.

'La Tremenda Corte'

José Candelario Trespatines (Leopoldo Fernández), Luz María Nananina (Manuela [Mimí] Cal), El Tremendo Juez (Aníbal de Mar) y Rudecindo Caldeiro y Escobiña (Adolfo Otero), forman parte de la información cultural de los latinos que hemos crecido con algún radio cerca. Los programas radiofónicos se grabaron en la estación CMQ de La Habana, entre 1947 y 1961, de lunes a sábado, y nadie sabe cuántos perviven. Son tantos que cuando uno los vuelve a escuchar, siguiendo la secuencia de las emisiones, ya no se acuerda de haberlo hecho antes y dejan siempre el sabor de la primera vez.

El prolífico autor de los libretos fue el español Castor Vispo, un escritor definitivamente compenetrado con el habla y la sicología popular cubana, y a quien le ha sucedido en estos días Alberto Luberta, que prepara los guiones para Alegrías de Sobremesa, un programa que recuerda mucho a su antecesor.

"La Tremenda Corte recoge elementos del teatro vernáculo (bufo) cubano, que estuvo muy de moda en los años treinta y cuarenta. En los teatros Alhambra y Martí, los sketches más populares se hacían a base de un gallego, una mulata y un negrito —los tres están presentes en la obra de Castor Vispo—", señala Homero Campa, ex corresponsal en La Habana de la revista Proceso.

"Téngase en cuenta que entre 1900 y 1940 llegaron a Cuba un millón de inmigrantes europeos y que de ellos el 60 por ciento era de españoles y, de éstos, el 60 por ciento decidió vivir en Cuba. Además, luego de la guerra de independencia algunos se habían quedado y otros regresaron como fue el caso de Ángel Castro, el padre de Fidel Castro", agrega Campa.

Trespatines no fue disidente político

El comediante salió de Cuba a bordo de un barco a principios de 1962. Churrisco explica las razones del autoexilio de su tío: "Cuando la etapa inicial de la Revolución, era una época bastante radical: estás o no estás. Y entonces por razones de orden económico mucha gente emigró. Hay quien dice que Trespatines estaba en contra de la Revolución. No es así, la Revolución es una categoría política y una categoría histórica. Lo que sucedió en Cuba fue un cambio social, el cambio social implicó cambio económico. Cuando se disminuyó el salario por un cambio económico, muchos artistas no estuvieron de acuerdo y se fueron. No estoy justificando la emigración, con Trespatines puedo asegurar que fue por puras razones económicas, porque lo que ganaba entonces no era lo que ganaba antes y emigró".

Las lágrimas de Trespatines

Octavio Rodríguez sostiene que él ha visto vídeos de los programas que realizó Trespatines en Miami y Monterrey, y cree que perdió algo de su gracia, como que el autoexilio que escogió le afectó el alma, porque después de todo, para nadie y particularmente para los cubanos tan enraizados en la familia y en la tierra insular, es fácil vivir fuera del país.

Hace poco más de cuarenta años, desde la cubierta del barco, tal vez Trespatines alcanzó a ver la entrada de La Rampa en el malecón, la anhelada calle 23, otrora plena de autos convertibles, de vedette rutilantes bajo el sol o el alumbrado, centro de la bohemia y la frivolidad con sus cabaret amistosos; sus restaurantes: El Mandarín, el Polinesio y el Monsignore; sus íntimos bares musicales; sus vitrinas de charada; los vagos simpáticos; los boliteros con su habano al labio; los hoteles Capri, Vedado y Habana Hilton; El Montmatre, La Roca, El Pico Blanco, El Gato Tuerto, la CMQ y Radio Progreso, territorio de Germán Pinelli, Rita Montaner, Rolando Laserie y tantos otros; y más allá, el Club Sierra y Las Vegas para amanecer. Todo aquello perdido en un mundo de fantasmas, rescatable ya solamente en el recuerdo.

El humorista cubano Trespatines, tal vez el más sobresaliente del siglo pasado, falleció en Miami en 1985. Quién sabe en medio de qué clase de pesares, porque nosotros, que los disfrutamos y veneramos durante tanto tiempo, somos dados a creer que los comediantes son felices porque así nos han hecho sentir, pero ignoramos que la comicidad, la gracia que nos dejan como herencia, de poco les sirve a ellos para su paz espiritual a la hora en que más la necesitan.

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