| Carta a José de la Caridad Méndez |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona |
Parte 2 / 4 |
Una coincidencia más ha sido la de nuestros recorridos profesionales: tú naciste en Cárdenas —ya lo dije—, te diste a conocer en Sancti Spíritus y de allí brincaste al Almendares. Yo lo hice en Bayamo, y mi primer bown fue almendariano directo, sin espíritu santo ni nada, así que casi coincidimos, si no fuera porque tú viste la luz en 1888 y lo mío sucedió un poco más tarde, tal vez entretenido en cosas uterinas, que es lo que más me gusta en esta vida, aunque eso de "ver la luz" es bastante discutible. Yo agarré la parte cíclica, en que la veía cada ocho horas, con buena suerte. No comparo otro aspecto común de nuestras vidas porque creo que ya sería exagerar, como lo de la color y el apodo. Fuiste El Diamante Negro, y yo siempre he sido una mala joya en la corona. Soy de color más bien normal, sin grandes aspavientos, una pigmentación tirando a aeropuertos. Tú, en cambio, no eras precisamente de la color quebrada. Si nos dejamos llevar por el espectro del iris, la tuya estaba hecha añicos, destrozada, sombras que sólo yo veo. Una coloración de mozambique, sin María Caracoles. Eras, ¿cómo decirlo, cará?... eras un tanto... muy... como que... Bueno, a Julio Iglesias no te parecías. Y a Pier Brosnan, menos. Tenías otro tipo de pier. Y hasta aquí lo similá, como diría Ña Matilde.
Tampoco me he llamado nunca Caridad, y la he ejercido poco como verbo. Tener una Cachita en el patronímico no es precisamente una sota de bastos. Te regala la pinta de entrada, y hasta un poco la Niña con la Santa María. Y a pesar de ese defecto, no te basteaban los bastos basteadores. Dice la ficha técnica que "poseías gran velocidad, excelente curva y mucho control". Eso es muy bueno. A mí siempre me ha reventado lo injustos que son algunos criticones. A Gerardo Machado, que le hizo la vida un yogurt a los cubanos unos siete u ocho años, ya le sacaban todos los defectos del mundo, y uno de los más envenenados fue la carretera central, a la que llenó de curvas. Sin embargo, viene gente como tú, que a lo mejor no ha construido ni la loseta del baño y le celebran lo de las curvas. ¿En qué quedamos? ¿Tener muchas curvas es bueno o malo? No vaya a ser que venga algún pasmado y me eche a perder la fijación que tengo yo con unas compañeritas ahí y me instale el modelo koljosiana mamut, diciéndome que eso sí es un tronco de mujer.
Ya lo de tener buen control es maravilloso. Yo mismo, así, aparentemente sin mucho esfuerzo, me pongo wild cantidad. Y no viene el manager a mi lomita porque no tengo ninguna de las dos cosas. Y en los pocos momentos en que viví en nuestro país, que ahora han convertido en patria potestad, no podían mandarme en esos momentos de descontrol para las duchas. "Quimbombó que resbala/ pa' la ducha seca". Pero tú les metiste nueve ceros a los Rojos de Cinncinati, lanzando por el Almendares, el 15 de noviembre de 1908. Parece que ese día estabas muy inspirado o el río no andaba tan contaminado como ahora. Te envidio. Permitiste solamente un hit, que fue un mal brinco por tercera, un machucón incapturable. Y nada menos que a un club de las Grandes Ligas. Con lo que he querido ponchar yo a los rojos, aunque vivan en Cinncinati, para quitarme la picazón de tanto dedball que me han pegado desde que inventaron las ORI y la JUCEI para acá.
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