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Carta a San Lázaro

por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona Parte 2 / 3

Aparecen algunas cosas en tu currículo que me ponen la carne de gallina, a pesar de que en la Regla de Ocha no son precisamente los bichos que llevas, sino otras aves, como la codorniz y el chivo barbudo. Y el color que te atribuyen es el morado obispo, que no ha de ser lo mismo que un obispo demorado. ¿El obispo no era el marido de la avispa? Hallo contradicciones pictóricas, porque en otros lugares afirman que tu color es blanco con rayas azules, y eso tira más a cebra o a preso, que a santo. ¿A santo de qué? No sé. No conozco la fruta que te adorna, que dicen los que le saben a esto se llama pitahaya. Eso será cuando haya pita, digo yo. Y a la única haya que conozco es a la de la francesa Florinda, pero no apuesto nada a que su apellido sea Pita, ni que sepa pitar. El vegetal es la cebolla blanca; la yerbita, el cundiamor, y el palo sagrado, la guayaba. Eso me gusta, porque a mí me enseñaron que la guayaba se goza y un palo siempre es sagrado, aunque sea incómodo. Otros datos de identidad apuntan a que tu ave no es la más común, es decir el ave rigua, sino el gallo, pero jabao, que es como decir capirro; la comida, la harina agria (que es cuando la agriacultura está en el piso. No olviden aquello de: "Nuestra comida: la harina, y si sale agria...") ... y el agua, de laguna o de coco. Por eso de seguro se secó la de Ariguanabo, que es lo más cerca que tenemos del Rincón. Para rematar el test babaluyano, se precisa que tu mineral es el cuarzo y el condimento el mentol, lo que te acerca al barrio chino. Y te juro que lo de cuarzo me troca. No especifica si es cuarzo bate o cuarzo menguante. Tal vez aluda a la situación, donde te aseguro que el cuarcito está igualito.

Aquí debiera gritar yo: "anana boroco tinde", que no tiene nada que ver con tu invocación, pero me da la gana. Invoca a Miguelito Valdés, que se llamaba también Lázaro Zacarías. Invoca cerrada no entran moscas, si no, te las zacarías. Esto es una digresión flagrante, pero la veía necesaria para que los lectores procesaran toda la información que les he bajado en pocos segundos. Así el morado obispo se desmoraliza. Dije al principio que tienes locas a las autoridades siendo tres en ti mismo, y que ese concepto tan plural es bastante mal mirado por organismos unicelulares y unicerebrales, que practican el monocultivo ideológico, que no es sembrar monos, aunque se le parece. Se caerían de glúteos si yo, docto y ligeramente copto (sobre todo de vista), me les apeo ahora diciendo que en uno de los tres metes para familión, y eres más de lo que aguanta un núcleo normal, pues también te llamas Ayanú o Agróniga, Chakuana o Sakpata de los arará, gangas y congos. En Haití te dicen Legba Pied Cassé. En Santo Domingo: Legba, a secas. En Trinidad y Tobago: Sakpana. Y en Brasil partes la majagua, nombrándote Omolu, Shapanan, Sakpata, Obaluaie y Alapo, lo que debe provocarle también grandes dolores de cabeza a los de la INTERPOL. Eso sin contar el clandestinaje que da el cariño, porque sé de gente que te dice Lazarito, Lacho, Viejo Lacho, Lachi, e incluso una rusa te mencionaba como Lachitov o San Lasajárov. Y cuando un ucraniano le mete wemba y mofuco al bilongo y a los caurís, algo ha de tener lo que tú tienes, algún componente que olvidaron Nikitín y Afanásiev en el otro caldo que nos dieron.

Y ahora debiera yo —docto como siempre, según la postura que adocto— hablar de sincretismo. Es hora de ser sincretos ("Nosoctros, que fuimos tan sincretos/ que desde que nos vicmos/ amándocnos estácmossss"), y explicar aquí a la indócil plebe, por qué en el santuario hay un par de Lázaros y quiénes son cada uno de los tres que dan el embeleco, la tricornia, la indisolubre imagen total de la creencia popular, aunque la gente le faja principalmente al de las muletas, que tiene un par de satos a retortero, y está vestido como por la casilla F de la antigua libreta de deshechos industriales. Me aclaro la garganta y empezamos. Claro que antes, cuando yo tomaba mucho esa medicina que algunos mal prensados confunden con el aguardiente, me quitaba la babaza con sus límpidas, aclaratorias y ardientes aguas. Pero desde que pasé a retiro, sólo uso un sucedáneo para estos menesteres: en un vaso de agua diluyo un par de artículos de la Constitución de la República de Cuba y fuera catarro. La Constitución me reconstituye, y mejora mi constitución. Hay que ver cómo articulo luego de esos artículos.

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