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Conteo de producción

Según las últimas estadísticas conocidas, ha descendido dramáticamente la obtención del principal producto generado por la Isla.
por ENRISCO, Nueva Jersey Parte 1 / 3
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¡Alerta! Según las últimas estadísticas conocidas, ha descendido dramáticamente la obtención del principal producto que genera Cuba. Me refiero a una producción en la que nuestra Isla hasta ahora no había conocido rivales. Un producto durante mucho tiempo incapaz de ser no ya superado, sino ni siquiera imitado por ninguno de esos países que altaneramente se hacen llamar del Primer Mundo. No, no me refiero al azúcar ni al tabaco —que mal que bien siempre se ha producido en otras partes—, sino a ese producto único e incomparable que es el cubano.

Pues sí, estadísticas bastante serias nos informan que en la actualidad Cuba es el país con el menor índice de crecimiento demográfico de América Latina. Y lo que no deja de ser alarmante: empiezan a surgir competidores que al paso que vamos podrían desplazar a Cuba en ese renglón vital que es la producción de cubanos. Me refiero, en primer lugar, a Miami. Y por supuesto, la competencia es desleal. ¡Qué otra cosa se podría esperar! En lugar de producirlos con recursos propios, Miami los importa con métodos alevosos como la lotería de visas y las lanchas (el otro método es el de esos cubanos que a cada rato se aparecen en un aeropuerto norteamericano procedentes de alguna parte del mundo con amnesia parcial: no saben como han llegado allí pero se saben de memoria tres o cuatro teléfonos de sus parientes en Miami).

Es muy fácil obtener los cubanos ya totalmente desarrollados como tal, dispuestos a dejarse matar antes de reconocer que no dominan algún tema de conversación, sobrepasada ya la complicada etapa de convertir a una criatura recién nacida en ese ser superior y multipropósito. Es cierto que en Miami han mejorado la especie. Imagínense: si un cubano en bicicleta y con ropa comprada por la libreta de abastecimiento de 1984 anda por la Isla como si estuviera dotado con superpoderes, ¿como será en Miami, con carro del año, teléfono celular y sueldo en dólares? Imagínense.

Y ahí no para la cosa. Alentados por el ejemplo miamense, numerosas ciudades en todo el mundo han iniciado sus propias producciones de profesores de salsa con denominación de origen. El Gobierno cubano ya ha tomado cartas en el asunto. Especialistas que tanto trabajo ha costado formar, como un director del Museo de La Zafra de los Diez Millones (Lema: "La zafra que nunca fue pero su trabajo costó") o un ingeniero del Metro de La Habana (Lema: "Para el 3050 sin falta inauguramos la primera línea"), convertidos en animadores de discotecas: algo bien triste. En numerosas ocasiones el Gobierno cubano ha denunciado lo que denomina "contrabando humano" cuando en realidad le debiera llamar "desvío de recursos".

Hay otra medida imprescindible para proteger la más vital de las producciones nacionales. Consiste en efectuar un conteo físico artículo por artículo; conteo al que, tratándose de personas, técnicamente se le llama censo (esto del censo siempre me recuerda una anécdota personal: la víspera de la inauguración de una exposición, diríamos que controvertida, en La Habana Vieja, se apareció en el museo la plana mayor del Comité Municipal del Partido Comunista. Durante una hora hablaron con el director del museo y por lo que pude escuchar el motivo de la visita era exigir la cancelación de la exposición. A la salida de la reunión les pregunté que por qué iban a prohibirla y el jefe municipal del Partido me dijo con la más amable de las sonrisas: "Pero si nosotros no somos censores. Nosotros no vinimos a censar"). Por eso, pese a otras trascendentes tareas en las que está envuelto el país —como reunir semanalmente a toda la población para protestar contra cada nueva maniobra del imperialismo—, luego de 21 años se ha decidido emprender un nuevo censo. Claro que se hubiera elegido un método mucho más práctico, como el de aprovechar una de esas concentraciones para, mediante un sencillo pase de lista, determinar el número de pobladores del país. El resultado sería prácticamente impecable teniendo en cuenta que los únicos que no asisten a estas manifestaciones espontáneas de fervor popular son o bien discapacitados físicos severos o agentes provocadores enviados por la CIA. Pero al parecer se ha determinado que también los discapacitados y agentes de la CIA merecían figurar en el censo, así que se ha optado por el método mucho más tradicional de ir preguntando casa por casa.

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