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El Comandante se va a la shopping

¿Podrán lograr nuestros científicos que los pollos congelados 'made in USA' pongan huevos fritos?
por ENRISCO, New Jersey Parte 1 / 2

Al Comandante le gustan las cosas en grande. Cualquiera puede ceder al impulso, tan natural y humano, de reunirse con un amigo, preferiblemente cervezas mediante, para hablar horrores de alguien que le cae mal. El Comandante, en cambio —cediendo a ese mismo impulso—, reúne un millón de personas en la Plaza de la Revolución y mientras el sol va deshidratando a sus oyentes les explica durante cinco o seis horas por qué todos los cubanos y el resto de la humanidad deben odiar a aquellos que han incurrido en la furia del Comandante, los cuales en ese momento seguramente estarán en alguna oficina con el aire acondicionado en high cool. El Comandante, además, se preocupará por que cada una de sus palabras sea trasmitida por todas las estaciones de radio y televisión de la Isla y al día siguiente se reproduzca en el periódico. No hay nada más difícil en Cuba que dejar de enterarse de con quién está molesto el Comandante a cada momento. No es de extrañar que ahora que el Comandante ha decidido hacer sus compras en la shopping, haya convertido lo que para cualquier simple mortal sería un acto mínimo de supervivencia en todo un acontecimiento histórico.

No es para menos. Resulta que los dependientes de la shopping en este caso son esos mismos asquerosos capitalistas norteamericanos sobre los que tantas veces se ha desahogado en público mientras un millón de cubanos (a la entrada de la Plaza de la Revolución debería haber un cartel que diga "Sólo se admite la entrada por millones") lo escucha alcanzando el punto de fusión. El Comandante ha invitado a los asquerosos capitalistas a que vayan a ofrecer sus productos en La Habana en lo que vendría a ser la primera feria agrícola de productos norteamericanos en la Isla en más de medio siglo. En este caso la shopping del Comandante tiene servicio a domicilio o casi. Empresarios del vecino del norte viajaron desde más de treinta Estados a la capital cubana para que el Comandante pudiera experimentar en carne propia el placer de comprar con dólares. En Cuba, cuando cualquier hijo de vecino acaba de conseguir unos cuantos dólares por cualquier vía, va corriendo a la shopping más cercana para aliviar el vacío crónico de su refrigerador y darle (sobre todo al congelador) alguna razón de existir más allá de hacer cubitos de hielo. El Comandante parece que también se las ha arreglado para entrar en contacto con la moneda libremente convertible. Quizás haya recibido alguna remesa familiar, quizás se puso de suerte y pudo vender unas cuantas cajas de tabaco a unos turistas, como le puede ocurrir a cualquiera de sus compatriotas en un día de mucha suerte.

Pero ya se dijo que al Comandante le gustan las cosas a lo grande. No se trata de ir a comprar un par de jabones, una botella de aceite y un kilo de muslos de pavo. El Comandante entra en la shopping vestido de traje y corbata, como dando a entender que eso de ir de compras es algo serio y elegante, empujando un carrito de compras del tamaño del Yankee Stadium pero con ruedas. Entonces saca su lista de compras, le echa un vistazo y empieza a coger productos de los estantes. Veinticinco millones de huevos, 30 millones de toneladas de arroz, otras tantas de frijol de soya que piensa usar en una receta que se le acaba de ocurrir, y así sucesivamente. A juzgar por la magnitud de las compras, el Comandante tiene buenas conexiones con los turistas o al menos un par de millones de parientes en el extranjero que le mandan remesas puntualmente.

Pero el Comandante no compra irresponsablemente. Mira, compara precios como un ama de casa precavida, aunque de vez en cuando se deja arrastrar por algún viejo capricho insatisfecho. En lugar de dos bistecitos baratos, decide comprar cincuenta vacas y tres sementales. Previsor, calcula: "Los dos bistecitos me los zampo en un almuerzo frugal, pero si insemino a las vacas con los tres sementales en unos meses tendré el doble de vacas y así sucesivamente, hasta que en diez años Cuba se convierta en la mayor exportadora de carne del hemisferio occidental".

Apenas el Comandante ha puesto las cincuenta vacas en el carrito, descubre más adelante unos búfalos, habla con el vendedor, le hace un par de preguntas y le explica cómo es la mejor forma de alimentar un búfalo mientras mentalmente sigue haciendo cálculos: "Corro la coma, subo dos búfalos, llevo tres... y en cinco años Cuba se convierte en la mayor productora de carne de búfalo de la galaxia".

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