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Carta a Charles Darwin

por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona Parte 1 / 3

Primatista y cromañonista Charles Darwin, Carlitos, para evolucionar:

Mono

Para qué le voy a engañar, yo siempre he tenido problemas con la evolución. Sospecho que con 140 libras de peso —que en el primer mundo se convierten en 65 kilos de masa limpia, libre de impuestos y supuestos— y 5, 7 de estatura, no puedo andar por ahí pensando que el globo terráqueo es una pasarela Gaudí o Cibeles. Cibeles los trabajos que pasarela para vivir, tampoco engaudiría mucho usted. Claro que tampoco quiero discutir, ni caer en la pedantería científica de las precisiones —que ya bastantes precisiones soporté en aquella isla sin galápagos. Desde entonces parezco de precisión alta— ni hacer un hit parade con aquello suyo de si el mono, el primate, el cromañón o la iguana. Se asemeja mucho a lo del huevo y la gallina, caso que se ha resuelto solamente en mi país. Allí nadie sabe qué fue o qué será primero: el huevo o el pollo, porque ninguno de los dos aparece, en una alucinante ruptura evolucionaria. Y he visto monos que no descienden del hombre, sino todo lo contrario. Y hombres que ponen a sus primates a mejorar. Y a los cuñates, hermanates y al resto del familión. Incluso he observado a seres humanos que no descienden del mono nada. Ascienden por encima de otros hombres, en un instinto muy tití de andarse por las ramas.

De modo y manera que no sucederá, al menos por mi parte, lo de empezar a chapotear y a hablar en suahili científico, y mucho menos decirle a la ballena cetacea eschrichtidae eschrichtius, o peor: eschrichtius robustus, de la clase mammalia, o, en su defecto, white whale, que se pronuncia juai juel, como si uno abriera la boca de 12 a 16 metros, si en definitiva hay gente que vive en menos espacio, nada veri juel, y al bicho se le ve más esporádico que a la prosperidad, aunque es más grande. Y para qué tanta ballena, si la de atrás tampoco viene vacía.

Ya avisado de este "breve espacio en que no estás" que porto por el mundo, voy a irle contando los troques diversos que he sufrido con su idea de la Evolución de las especies o la Teoría de la evolución, pero se impone, como primer comodín, decirle lo que me confundieron también sus datos laborales y su foto, donde parece usted precisamente un primate muy blanco, con una barba muy mona. Para hacer breve su ficha, la clavo entera aquí, a la manera de los dazibaos, esos carteles que nadie entiende, pero que todos saben de qué hablan: "La vida de Charles Darwin estuvo marcada por el viaje científico realizado en su juventud a América del Sur y al Océano Pacífico. De regreso se estableció en Kent, donde murió en 1882, a la edad de 73 años". Eso, y ya. Crudo, a pulso y a capella. Salió, dio un viaje ahí, luego se asentó y plum, a estirar la pata. Todo muy inglés y casi cómodo, como si usted hubiera sido comodoro. Pero esa fichita deja dos intrigas, o varias intrigas de dos en dos: tuvo usted una vida marcada. Eso marca. Pero no especifica de qué marca era. ¿Era una buena marca o una marca ahí como el Pitusa, el Jiquí o sucedáneos fatales que nos sucedanieron? Lo otro es lo del Kent, que hace pensar que murió por fumar esa marca de cigarros precisamente, lo que durante mi tierna y científica infancia siempre me hizo relacionarlo a usted con aquellos Mártires de Kent que cantaban con Ángela Davis y la Fornés mientras escogían el napalm con que alimentaban a las Panteras Negras creando uno, dos, tres, muchos Viet Nam. En esa época existía también en mi país un grupo de música que influyó mucho a los Beatles y a los Rolling Stones. Se llamaban Los Kent, y mientras más tocaban en fiestas de quince y esas cosas menos discos de los Beatles y los Rolling se veían, como si esos grupúsculos bretones se asustaran y dejaran de grabar. Usted me pregunta ahora Kent tocaban, y soy incapant de respondent.

El otro dato confucio en su biopsia fría es lo del viaje científico a América del Sur. No imagina la de gente que en mi isla está loca por pirarse para esa zona, o cualquier zona, incluso para un Océano que no sea tan Pacífico, capaces de hacerlo aunque el viaje sea científico. La idea de soltar amarras y venderle al enrarecimiento paulatino —no confundir con Palatino, que allí ya ni se respira— del aire en el islote, no tiene ciencia, sino pa ciencia.

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