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Carta a Carter (I)

De gira por la Isla, el ex mandatario norteamericano descubre los estragos materiales y anímicos que el bloqueo de su Gobierno ha causado a la fisiología nacional.
por ENRISCO, New Jersey Parte 1 / 2
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Estimado ex presidente:

Me imagino que esté encantado con el recibimiento que ha recibido. Pero no debe asombrarse. El Comandante tiene experiencia en el asunto. Cuando apenas dirigía una guerrilla de 15 hombres recibió a Hebert Mathews, periodista del New York Times, y haciéndolos desfilar una y otra vez le hizo creer que eran un centenar. Imagínese ahora: con Cuba a su disposición perfectamente puede hacerle sentir que ha llegado a Brasil. Pero no piense que están tratando de tomarle el pelo. La idea es que al visitante siempre se le ofrece lo mejor. Es que los cubanos somos así, hospitalarios. No queremos que usted venga y piense que está perdiendo el tiempo con eso del acercamiento. No queremos que se lleve la impresión de que se ha equivocado de país o de planeta cuando vea los cráteres a los que les seguimos diciendo cráteres para que no pierdan su sabor urbano. Que piense, por ejemplo, que está en la luna, en el lado oscuro si es que además lo sorprende un apagón. Por eso se le ha preparado un recibimiento con todas las condiciones, para que se lleve la mejor impresión.

Si encuentra algo deteriorado el país desde su última visita, hace 47 años, tenga por seguro que es a causa del bloqueo de su país y de las agresiones. Las consecuencias han sido incalculables. Y no sólo a nivel económico, sino también a nivel psíquico. Si, por ejemplo, se nos ocurre hacer un metro, la tensión que la política de su país nos provoca es tanta que terminamos construyendo una trinchera, un refugio antiaéreo o un almacén de tanques. Pero no se preocupe, porque nuestro Gobierno hará todo lo posible porque se sienta como en casa (aunque temo que el esfuerzo termine por confundirlo).

Si pide, por ejemplo, visitar una cárcel y ver a los presos políticos, me imagino que salga usted diciendo que a excepción de las filtraciones del techo las condiciones son casi tan buenas como las de un hotel. Pues lo más seguro es que lo hayan llevado a un hotel para el turismo nacional, de esos que les dan a los trabajadores destacados o a los recién casados (¿qué idea la suya de andar visitando cárceles, eh? ¿Cuándo usted va a Paris pide que le enseñen una cárcel por dentro o va al Louvre como todo el mundo?). Para evitarle situaciones desagradables habrán trasladado a los presos al hotel por esa semana. Y a los huéspedes que previamente estén alojados en el hotel les habrán dado el uniforme de la prisión para no tener que interrumpir alguna luna de miel. Todas las señales que usted vea como indicios de que está en una prisión serán falsas. A excepción, claro está, de las filtraciones del techo, que serán auténticas. Así que haga todas las observaciones que pueda. Si no contribuye a mejorar las condiciones de las prisiones al menos va a ayudar a mejorar las del turismo nacional.

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