Jueves, 11 abril 2002 Año III. Edición 342 IMAGENES PORTADA
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Carta a la UNESCO

Traslado, exhibición y conservación de un Patrimonio de la Humanidad.
por ENRISCO, New Jersey  
Sustituto

Sr. Director General de la UNESCO
Estimado señor Federico Mayor:

Aunque reconozco el insuperable esfuerzo que ha hecho su organización para conservar el patrimonio mundial, le escribo en razón de un olvido imperdonable que se ha hecho en el caso de nuestro país, Cuba. Cierto que tanto el Casco Histórico de la Habana Vieja como la ciudad colonial de Trinidad han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, y que la recuperación que ambas experimentan hubiera sido poco menos que imposible sin la decisiva colaboración de la organización que dirige. Creo, sin embargo, que si nuestra Isla ha hecho un aporte decisivo al patrimonio mundial de la humanidad, no se trata de esas piedras viejas cuyos equivalentes se pueden encontrar con más o menos frecuencia en este mundo. ¿Qué son los quinientos años de nuestra capital en comparación con los milenios de las pirámides o de decenas de ciudades en Asia o el Mediterráneo? Nuestro país posee, en cambio, algo que sin duda alguna constituye nuestra contribución más original y determinante al patrimonio universal. No se trata de un montón de piedras inertes con algo de historia, sino de un ser humano que es la Historia misma. Me refiero, sin duda, a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro.

¿Qué ciudad vieja, catarata o pirámide se puede comparar con él? Quien por tanto tiempo ha dado orden y sentido a nuestras vidas es mucho más que eso. Tiene la historia de cualquier ciudad antigua, el ímpetu de una catarata y la experiencia de una pirámide junto a otras condiciones a las que ningún monumento o maravilla natural podrá nunca aspirar. Él es todo un símbolo mundial y por todas partes la gente que lo admira le podrá dar testimonio de lo que ha podido significar para la historia universal. No diré que se trata de una injusticia, pero sí que solamente un modo demasiado estrecho de concebir y elegir los monumentos que integran la lista del patrimonio de la humanidad ha podido inducir a semejante descuido.

Suponiendo que se encuentre fuera de toda discusión nuestra propuesta, quisiera pasar a un punto que se derivaría de la natural inclusión de nuestro Comandante dentro del patrimonio de la humanidad. Se trata de su conservación. Aunque nuestro Comandante mantiene unas condiciones envidiables para su edad y su historia, lo cierto es que hay que tomar medidas urgentes para el mantenimiento de su monumental figura. Y es que, como sabrá, el clima de nuestro país, con sus altas temperaturas y su humedad ambiental, no es el más apropiado para conservar un monumento de esa clase. Los múltiples insectos de estas latitudes son otra amenaza que conspira contra su protección y nuestro país carece de los medios para cuidar de él como quisiéramos. Por si fuera poco, nuestro Comandante, símbolo por antonomasia de la revolución y la utopía anticapitalista, podría verse afectado por un entorno económico que progresivamente desentona con su inmaculada figura. Por la conservación de ese monumento único es que aconsejamos fervientemente su traslado a algún país que cuente con condiciones más apropiadas que las nuestras. Recomendamos, a su vez, que sea instalado en alguna institución que posea condiciones más apropiadas para su mantenimiento.

Si en el caso de otros monumentos declarados patrimonio universal no ha sido posible tomar esta medida, no ocurre lo mismo con la relativamente reducida y movible figura de nuestro Comandante. Podría, incluso, optarse no por instalarlo en un sitio de modo permanente, sino organizar exhibiciones itinerantes en las que sus admiradores de todo el mundo lo puedan contemplar a sus anchas. Los cubanos que hemos disfrutado de su presencia durante tanto tiempo no queremos ser acusados de egoístas. Pensamos que ya es hora de compartir una figura que excede con mucho los límites de nuestra estrecha Isla. En las salas egipcias del Museo Metropolitano de Nueva York o en medio de las colecciones de arte griego del Louvre de París podrá ubicarse en un entorno más adecuado que el que nuestro pobre archipiélago le puede ofrecer. Pensamos, además, que ante el universal y variado interés que despierta la figura de nuestro máximo líder sería aconsejable —en extremo— que se optara por su exhibición, en piezas separadas, en los diferentes museos del mundo. Así, mientras unos podrían admirar la portentosa cabeza que tantos aportes ha hecho al pensamiento mundial, otros podrán apreciar sus brazos batalladores, otros sus infatigables piernas, otros la lengua de la que han nacido tantos memorables discursos o el dedo índice con que incansablemente ha sabido señalar al enemigo. A nadie se le podría negar la contemplación de al menos algún trozo de tanta grandeza.

Cierto que será difícil para los cubanos acostumbrarnos a su ausencia, pero con saber el servicio que le estamos prestando a toda la humanidad nos sentiremos recompensados. Agradeciéndole que ponga en marcha nuestro plan con la mayor rapidez posible, se despide:

El pueblo de Cuba


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