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Carta a Cirilo Villaverde

por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona Parte 1 / 3

Culebronero cecilístico Cirilo Villaverde:

Como usted ya tenía el compromiso de morirse a las once de la mañana del 23 de octubre de 1894, pues no le dio tiempo a adaptar su novela para televisión. Mire lo que da ser impaciente y empeñarse en hacer cosas contra su voluntad, tal vez. Como se ñampió en una parte, y quiso que le pusieran en otra, como el curro, su cuerpo —a lo que le dicen, con muy mala onda "sus despojos", cosa que me da escalofríos, porque me pinta a la familia como desvalijándolo— llegó al Cementerio de Colón a las cuatro de la tarde del 12 de diciembre, que bastante rápido le tramitaron la visa para lo que hacen en estos tiempos de poca pimienta y muchos dolores. Pero hubiera sido un leñazo su obrita en la pequeña pantalla, siempre que no estuviera el otro peleando contra la globalización. Que ese tema le tiene el globo del ojo a punto de estallar al cubano de hoy, lo mismo moreno que Gamboa.

Es curioso cómo sus entradas y salidas dependían de la burocracia, los cuños, los engomes y las circunstancias. Porque, con ese nombre de Cirilo, y nacido en San Diego de Núñez, Pinar del Río —que ya va complicando la jugada— se coló en La Habana en 1923 a estudiar pintura, filosofía y derecho, y se fugó fantásticamente, así, sin tanto papeleo, para la tripa del moustro, en una moustra de inteligencia. Si recurva para Pinar, nadie le quita el mogote de encima. Y claro, me imagino su piragua del caimán: quizá como eran tres ministros los que tenían que firmar su baja, ahí mismo se formó el "dale al que no te dio", !el cachumbambé" y el "pasito alante varón", que su tarjeta blanca fue inmaculada e ipsofacta. O le cayó un bombo distinto, un bombo legüero de los de mamita, me están reclamando. No le ipsofacta más para agarrar Cubana, que entonces era acuática y ahora está hecha tierra.

Tal vez el mogotismo de su nacimiento le marcó de por vida. Y también que su padre era médico. Médico de ingenio, lo que le aguzó el idem porque había visto de cerca cómo funcionan en Cubita los trapiches. Así que luego de estudiar todas esas cosas juntas y revueltas, se dedicó a otra cosa, mariposa, que para eso sirven los hartos estudios. Así uno no le debe nada a nadie y se las ingenia uno sin María Eugenia. Y más ahora, que María Eugenia se llama María Cristina, vaya usted a guarachear con ella.

Así, entre la enseñanza y el periodismo, comenzó a conocer las costumbres de la sociedad de su época, que es igualita a la saciedad de la nuestra. Eso es el costumbrismo, que tiene una cosa muy mala: uno se acostumbra, y los hábitos son terribles. Mire si no, cómo descubren siempre al monje. El periodismo en sus años era como una carrera buena donde usted ponía mucho de sí y casi nada de no. Y la enseñanza, ¡qué voy a decirle!, si enseñar es lo más lindo que se inventó hasta que se fabricó el MINED. Ya el Poeta lo dijo cuando dijo que "hacerse maestro es hacerse creador". Claro que luego le cambiaron el adjetivo y ser maestro es convertirse en acreedor, o creedor, que ya no sé ni lo que me cirilo yo mismo.

Pero vayamos a la Cecilia, aunque haya que entrar con Washington de la mano. Yo le confieso que siempre he querido emularle, aunque su mulo va por delante, a pesar de que me dan vértigo político las alturas, con todo lo del Turquino, el Pan de Guajaibón, las Tetas de Matanzas, el Pan de Caracas, la Loma del burro, el Yunque de Baracoa, la Sierra de los Órganos y la Loma del Ángel. Si hay que marearse con la geografía, me quedo con las Tetas y los Órganos, porque los siento más humanos. Y le confieso que bulle en mi mente una segunda parte de su obra monumental, tan monumental que la tengo posada en mi pelvis cerebral. Posiblemente la titule "Se exilia Valdés", pero ya el tema no será tan costumbrista a pesar de que el verbo es costumbre. En el próximo censo pasarán por las casas a preguntar a las madres: "¿Cuántos hijos activos tiene usted y cuántos inactivos?". Los inactivos estarán activándose en el fondo del patio preparando la balsa para ser activos. Cosas de la globalización. Pero plantemos ya de noveleros.

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