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El hombre (nuevo) y la tierra

Sobre las concepciones guevaristas y su trascendencia en la épica de la revolución: el león, el antílope y la ley de la selva.
por ENRISCO, New Jersey Parte 1 / 3

Entre los aportes que la humanidad deberá agradecer a Cuba están, en lugar de privilegio, los realizados en el decisivo campo de la genética. Y por supuesto, dentro de ellos se recordará en los siglos venideros a los principales especialistas en esa área del conocimiento científico: Fidel Castro con su Ubre Blanca y el Che Guevara con su hombre-nuevo (eso sin contar con la clonación de secretarios municipales del Partido, la mutación de Felipe Pérez Roque en canciller o ese logro supremo de la ingeniería genética que es Hassán Pérez). Sobre la primera pareja se ha hablado bastante en esta columna, así que, intentando compensar el desbalance, nos dedicaremos a la segunda.

Es cierto que las hazañas genéticas del Comandante en Jefe rebasan la creación de la vaca recordista. Recuérdese, por ejemplo, y esto es estrictamente cierto, que en algún momento el Comandante investigó la posibilidad de crear una vaca de pequeño tamaño que pudiera caber en cualquier patio cubano y diera suficiente cantidad de leche para alimentar a los niños de una familia, siempre que ésta no excediera la capacidad reproductiva de Michael Jackson. Como los científicos que el Comandante estaba asesorando posiblemente no se atrevieron a sugerirle que dicha vaca bonsái ya existía, respondía al nombre vulgar de chiva y la patente estaba a nombre del Todopoderoso (por las dudas, nos referimos a Dios), suponemos que el Comandante haya caído en cuenta por el mismo. En el caso del hombre-nuevo, la cosa se complica.

Si atendemos al diseño de hombre-nuevo que originalmente creó el Che Guevara, tenemos a uno al que no le preocupa pasar hambre o necesidades de cualquier tipo, no le interesan los estímulos materiales, carece de ambiciones personales, está dispuesto a trabajar sin cobrar y no le tiene el menor miedo a morir por la revolución o por el autor intelectual de los pedraplenes, si es que logra notar la diferencia. El sexo ni siquiera se menciona. En cierto sentido ese hombre-nuevo ya existía, su nombre técnico era "cadáver", y la patente estaba a nombre de Caín cuando convirtió a su hermano en hombre-nuevo usando lo que en su momento se consideraba tecnología de punta, o sea, la punta de una quijada de burro. En palabras del Che: "el revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se consume en esa actividad interrumpida que no tiene más fin que la muerte" (tomado de El socialismo y el hombre en Cuba). La muerte, que no es más que el nombre vulgar del sistema de elaboración de hombres-nuevos siguiendo los antiguos procedimientos. Utilizando el método patentado por Caín, desde los inicios de su carrera el Che se dio a la tarea de fabricar hombres-nuevos sustituyendo la quijada de burro que para aquel tiempo ya había quedado obsoleta, por balas calibre 30.06. Incluso, se pensó acrecentar la riqueza interior de esta variante de hombre-nuevo empleando balas de plata, pero se descartó el método debido a su alto costo.

De cualquier modo, teniendo en cuenta la diversidad y en muchos casos la escasa calidad de la materia prima, hay que destacar los excelentes resultados que tuvo el Che en la fabricación de hombres-nuevos: daba lo mismo que se tratara de un torturador de algún cuerpo represivo de Batista o un guerrillero que se había robado una lata de leche condensada. En cualquier caso, los convertía en seres altruistas y a prueba de tentaciones capitalistas, dispuestos a servir a su tierra del modo más desinteresado: como abono. Este tipo de hombre-nuevo tenía en su contra su elaboración artesanal y su carácter eminentemente pasivo. En vida del Che y bajo su supervisión directa apenas alcanzó a elaborar poco menos de 2000 ejemplares de este prototipo. Veamos cómo el propio Che describe el proceso de elaboración de un hombre-nuevo variante pasiva:

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