Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Pedro Juan Gutiérrez o la literatura como conflicto

'El que quiera creer que soy racista que lo crea, sólo estoy exponiendo una realidad', asegura a CUBAENCUENTRO el autor de 'Trilogía sucia de La Habana'.
  Parte 3 / 4

A propósito de las razones étnicas: ¿Existe racismo en Cuba?

Bueno, yo no me hago ese tipo de planteamiento. Un escritor no es un teórico, un escritor lo único que hace es contar una historia. Cuentas una historia y después hay que afrontar las diferentes lecturas que hace la gente. Hay quien hace lecturas más políticas, quien hace lecturas sociológicas o quien hace lecturas más sexuales. Por ejemplo, a los que leyeron pornografía en obras anteriores por lo general no les gusta El insaciable hombre araña, porque van a buscar pornografía, pero este libro está trabajado de otra manera. Cada cual puede leer lo que quiera. Pero yo no me hago planteamientos teóricos, lo que sí te puedo decir es una cosa: en Cuba hay un racismo subjetivo, que está prohibido por ley, pero hay un racismo subjetivo evidente. Yo publiqué en Bohemia, por el año 95 o 96, un reportaje que se llama Amor en blanco y negro, que consiste en una encuesta que hice con el fotógrafo Tomasito Barceló a parejas multirraciales, blancas con negros o viceversa. Todas las parejas que entrevisté tenían problemas porque las familias las rechazaban, las familias de ambas partes. A las negras porque el tipo era blanco, y en el caso de las familias blancas porque la mujer era negra. Incluso había amigos que les dejaban de hablar y, por ejemplo, en el caso de las blancas les decían: "ahora tú con ese negro te vas poner hecha una puerca, una empercudía". Este racismo subjetivo yo lo reflejo en mi literatura, sobre todo en mi último libro, Carne de perro, porque ya no sólo hay un racismo interracial, sino entre los propios negros. Muchas veces la negra rechaza al negro, dice: "el negro es mentiroso, es vago y es descarado y yo prefiero a un blanco que me mantiene, es trabajador y me da dinero; es más cariñoso, el negro es bruto". Eso es lo que dicen las negras. ¡Ah!, el análisis antropológico y social le corresponde a otros. El que quiera creer que soy racista que lo crea, sólo estoy exponiendo una realidad.

¿Puede decirse que, por ejemplo, la Trilogía Sucia... cuestiona el cliché del negro como hombre sexualmente superpotente, como una especie de semental caribeño?

Sí, me encanta burlarme del machito tropical. Creo que los seres humanos somos seres sexuales, no somos heterosexuales, ni bisexuales ni homosexuales. Usted es sexual y tiene derecho a disfrutar su sexualidad como a usted le dé la gana, como si quiere masturbarse todos los días, matarse a pajas. Eso es problema suyo; o si es pornógrafo, o si a usted le gustan los hombres. El esquema del machito tropical a mí me molesta bastante porque no creo en ese esquema. Y los negros —a veces pienso que por carencias de otro tipo, carencias económicas o intelectuales— se basan mucho en su miembro viril para poder lucirse. Fíjate que en La Habana mía el negro que tiene el rabo largo es exhibicionista, el que se para frente al parque Maceo a exhibirse; el que lo tiene normal no lo exhibe. Por eso cada vez que puedo me burlo del machito tropical y lo dejo ahí sin templar, la mujer lo deja embarca'o. Buena parte de los personajes femeninos míos son mujeres de carácter, inteligentes y con personalidad propia. Magdalena, en el Rey de La Habana, hace lo que le da la gana y al final es víctima de la brutalidad salvaje de Reinaldo, pero quien llevaba las voz cantante era ella, no Reinaldo, que era una víctima de la situación, un inútil que no sabía aprovechar las oportunidades que le iba dando la vida para salir de la cochambre.

¿Te interesan literariamente el mundo de los gay y travestí?

Yo admiro mucho a los travestí cubanos, porque tienen que ser muy valientes. Suponiendo que yo tuvieras esas inclinaciones, no tendría cojones para vestirme en Cuba de mujer y pintarme las uñas y llegar a la cafetería de la Fiat y presentarse como Alejandra, Sandra... Hay que ser valiente, porque los pueden coger presos, les pueden dar golpes y no pasa nada. Yo los admiro y es algo que dejo entrever sutilmente en mi literatura. No me gusta ser pedagógico. Yo reviso cada página un montón de veces, para tachar todo lo que pueda parecer obvio o pedagógico. Limito los diálogos y cierro las ideas por un respeto al lector. Porque el lector que me lee tiene que convertirse en mi cómplice, en un lector inteligente, tan inteligente y culto como yo o más, nunca menos que yo.

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