Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Bibliotecas independientes: El peligroso anaquel de la familia Colás

Humberto Colás y Berta Mexidor, hoy exiliados, revelan a Cubaencuentro los orígenes del movimiento de bibliotecarios independientes en Cuba.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ Parte 2 / 4

Estuvo dos días en la cárcel, relata, aunque en horario diurno, pues en la noche la llevaban a dormir a la casa, donde estaban Zeus, entonces de tres años y Talía, de ocho. "Luego me dijeron que 'todo estaba claro'. La Seguridad del Estado dijo que nos iban a dar una oportunidad, como que había sido un desliz ideológico".

Colás estuvo presos seis o siete días. "No recuerdo cuántos. Me sacaban de la celda a todas horas. Me decían que la mujer y los niños iban a ir presos. Que me iban a acusar de rebelión y que eso era 10 a 20 años de cárcel y pena de muerte. Que si tenían que fusilarme lo hacían, porque cumplían órdenes del Comandante en Jefe".

La policía política lo condujo después en un auto de la cárcel a un teatro pequeño de la Facultad de Medicina, donde le esperaba un acto de repudio.

"Me gritaban insultos. Me decían que era un negro malagradecido. Para ellos yo era un producto de la revolución, creían que era una traición doble, por negro y por ser cubano [las autoridades califican de "anticubanos" a los opositores]. Nunca entró en contacto conmigo un oficial negro de la Seguridad [del Estado]. El hecho de que yo era opositor les permitía dejar aflorar sus sentimiento racistas".

Falta de idoneidad

A pesar de la "segunda oportunidad" prometida, fue expulsado de su cargo de director de un Hogar de Impedidos Físicos de Las Tunas.

En octubre de ese año lo reubicaron en el hospital psiquiátrico de esa ciudad, y tras una discusión con el director fue expulsado definitivamente del sistema de salud pública. Considerado "peligroso" y "no confiable" —dos definiciones usadas a fines de los años 90 para reprimir a individuos conflictivos y posibles opositores—, tenía cerradas las puertas de los empleos estatales, excepto en los sectores de la construcción y la agricultura.

Para entonces, ya la suerte de Humberto Colás estaba echada. El matrimonio conocía de la existencia de los grupos disidentes de derechos humanos a través de Radio Martí, y algunos opositores de Las Tunas, que eran escasos y desconocidos, comenzaron a acercárseles. Venciendo la desconfianza inicial, Colás se unió a una incipiente y casi simbólica organización local, Solidaridad Democrática. Comenzó a viajar a La Habana, a llevar denuncias de violaciones de los derechos humanos y recabar ayuda para los presos políticos y sus familiares.

Más tarde lo haría por teléfono, pero en ese tiempo viajaba a la capital gracias a "colectas de dinero y a veces con ropa prestada". Allí aprovechaba para "inventar" —el término empleado en la Isla para las formas informales y a veces ilícitas de supervivencia—, trabajando como bracero en casi todos los mercados agropecuarios, vendiendo viandas, pizzas, y hasta zapatos de los proveedores del mercado negro.

Berta, entretanto, mantenía su trabajo de profesora en la universidad, aún con ilusiones de hacer un doctorado en Ciencias, pero en medio de constantes presiones para que se divorciara de Colás, con quien hoy lleva 16 años de matrimonio.

A fines de 1996 fue elegida la mejor profesora joven de la universidad. En enero recibió el reconocimiento del Rector y en marzo fue expulsada por "falta de idoneidad", otra de las categorías de reciente invención del Gobierno cubano con vistas a reprimir a algunas personas que le resultan incómodas.

Fin de la farsa

Hasta ese año, el matrimonio aparentó que aunque vivían juntos estaban separados, ya que residían en un apartamento que le fue asignado y vendido a Colás por su trabajo en el Ministerio de Salud Pública, MINSAP. Los constantes viajes de él facilitaban la mascarada, hasta que un día fueron vistos juntos.

Al poco tiempo, dice Berta, sus colegas, ansiosos tal vez por atestiguar ante otras "instancias" que estaban realmente separados, se le acercaron ofreciéndose a realizar una colecta para pagarle el importe del divorcio, que entre otras excusas para no acceder al divorcio, ella alegaba no poder costear. Ese fue el fin de la farsa.

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