Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Antonio Benítez Rojo: El escritor y su archipiélago

por JESúS DíAZ Parte 4 / 4

¿Crees que estamos condenados a una estética de lo real maravilloso, del realismo mágico, del barroco o del neobarroco? ¿Cómo definirías tu narrativa?

No. Todas las posibilidades narrativas son nuestras. Somos herederos de todas las formas narrativas del mundo. No obstante, pienso que las obras más representativas del Caribe se caracterizan por su ritmo y densidad. Esto no las hace ser barrocas o neobarrocas necesariamente, que son aspectos del texto más bien políticos, aspectos interesados y superficiales, diría yo. Cuando hablo de densidad me refiero al plano de la significación. He dicho en algún lugar que el texto caribeño se distingue por su performance múltiple, pues al igual que nuestra música, bailes, creencias y cocina, coexisten en él todo lo que somos, o al menos todo lo que culturalmente es el autor de esa obra. En realidad todo escritor o artista es un intérprete de la realidad que percibe, siendo la nuestra mucho más densa que otras, En cuanto a mi propia narrativa, no es ninguna excepción. No obstante, observo en ella un desplazamiento hacia afuera, hacia lo global: primero fue Cuba, después el Caribe; ahora el mundo, lo cual queda ejemplificado con mi última novela.

¿Qué te dio y qué te quitó el exilio?

El exilio me ha dado una genuina amplitud material y espiritual. Digo "genuina" porque hay un tipo de amplitud imaginaria, digamos la amplitud intelectual de Lezama, que es genial pero libresca. He podido viajar por muchos países; he visto frente a mí mucha arquitectura, mucho arte, mucho folklore, mucha arqueología. He visitado y revisitado los principales museos del mundo. Me atrevo a decir que he caminado por la historia de Europa y la de América. He aprehendido y aprendido muchas cosas. El exilio también me ha dado la oportunidad de ser maestro de aquello que mejor conozco y siento más cerca de mí: la literatura. Dar clases y conferencias no es para mí un trabajo; es un placer como pocos. A veces me sorprende que la universidad donde trabajo me pague una significativa cantidad de dinero por hablar de lo que más me gusta. Pero sobre todo, ya en el plano familiar, el exilio me devolvió a Hilda y a mis hijos; me dio un verdadero hogar. Naturalmente, toda ganancia implica una pérdida. En mi caso, La Habana, el afecto de algunos amigos; en general, la manera de ser del pueblo cubano en su propio entorno.

El ciclo del azúcar ha terminado y con él la "economía de plantación". ¿Habrá, por fin, un destino para Cuba?

Bueno, la plantación nos ha dado muchas cosas que creo que continuarán por muchos años. La Virgen de la Caridad y su compleja significación cultural es un ejemplo; los ritmos yacentes en nuestro sistema musical, son otros. Además, si bien es cierto que el azúcar ha cedido el primer lugar al turismo, no es menos cierto que podemos hablar de una nueva amenaza: las "plantaciones de hoteles". Esto es algo verdaderamente horrible que he observado en el sur de Tenerife y Gran Canaria, en las Baleares, en la Costa del Sol, en el barrio francés de Nueva Orleans, en el norte de Jamaica, en Miami Beach... ¡Dios nos guarde de ese destino!

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