Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
59, 68, 89

El conocido hispanista alemán Martin Franzbach privilegia un enfoque objetivo de la realidad cubana a través de la literatura.
por JORGE A. POMAR, Colonia Parte 4 / 4

El primer gran enfrentamiento de la intelectualidad europea con el castrismo viene tres años después, a raíz del mea culpa de Padilla. ¿Recuerdas el incidente?

Claro, la revista francesa Livre publicó los textos y leímos también la carta de los intelectuales. Entre los firmantes figuraban intelectuales alemanes como Enzensberger... No sé si Grass también… no, a la sazón Grass todavía no figuraba en el grupo. Pero había más alemanes protestando. En aquel entonces aún no nos percatamos de que la autocrítica de Padilla era un episodio de una tradición que se inicia en los procesos de Moscú del año 38. Me refiero a nosotros, los jóvenes. Cierto, aquel suceso ya nos puso a reflexionar. Pero se lo perdonamos a la revolución, achacándole este tipo de medidas extremas a los burócratas. Eso fue en los 70. En los 80 ya habían pasado más cosas, habían entrado en juego nuevos elementos de juicio. A más tardar, el viraje decisivo se produce en torno al debate sobre las reformas de Gorbachov. Es curioso que uno siempre cambia de actitud a causa de experiencias personales, ¿no? Las experiencias personales siempre cuentan más que las teorías...

¿Fuiste presidente de la Asociación de Amistad Cubano-Alemana?

No, pero sí fui miembro de la directiva desde el año 86.

¿Por qué y cuándo viene la escisión de la Asociación de Amistad?

A partir del debate sobre las ideas de Gorbachov. El quid del asunto era si se podían aplicar conceptos como Glasnost y Perestroika a la situación cubana. Eso nos dio bastante que hacer. De ahí nace el concepto de solidaridad crítica, según el cual uno debía tener el elemental derecho de criticar a sus amigos. En cambio, la parte oficial, la burocracia cubana, se aferraba a la opinión de que la solidaridad tenía que ser absolutamente incondicional, sin crítica, ni siquiera constructiva. Todo esto ocurre a partir de mediados de los años 80 y conduce a una escisión de la Asociación y a nuestra ruptura con el Gobierno cubano, ciertamente no por culpa nuestra sino por inflexibilidad suya.

¿Cuántos afiliados tenía la Asociación antes de la escisión?

Alrededor de 2400 afiliados. Era, sino la mayor, sin duda una de las más grandes de Occidente. Pero había otra en Berlín Occidental. Recordarás que de hecho existían tres Estados alemanes: la RDA, la RFA y Berlín Occidental, que también tenía ese status.

¿Cómo reacciona el Gobierno cubano ante esa solidaridad crítica?

Muy mal. Cuando a raíz de la caída del muro fundamos nuestra organización aparte, no nos perdonaron que hubiésemos incluido en los estatutos a Berlín Occidental. Un año después el embajador cubano nos explicó que no les había quedado otra salida, porque en aquel momento debían tener en cuenta la actitud del Gobierno de la RDA. Por eso nos negaron la aceptación. Existía, y existe aún, otra asociación de amistad cubano-alemana, minoritaria pero muy activa y con todo el apoyo de la Embajada Cubana. Pero la nuestra sigue firme en su línea de solidaridad crítica.

¿Qué hace por Cuba en concreto la Asociación Cubano-Alemana?

Pues, en la medida de nuestras modestas posibilidades (somos una organización no lucrativa), promovemos y/o apoyamos iniciativas de ayuda humanitaria a la Isla. Tratamos de hacerlo siempre a través de organizaciones no gubernamentales u otras de base que garanticen que esas modestas ayudas lleguen lo más directamente posible a las personas necesitadas. Como te he dicho, partimos del principio de la solidaridad crítica, que es la posición de nuestro plegable trimestral Cuba Libre. Aunque, a decir verdad, nuestro enfoque actual es mucho más crítico de lo que indica el principio enunciado. En síntesis, nuestro compromiso es ahora concretamente con el pueblo y no con el Gobierno, con el que desde luego somos respetuosos. Pero estimamos que en última instancia el futuro de Cuba está en manos de los propios cubanos.

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