Lunes, 23 septiembre 2002 Año III. Edición 456 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Bibliotecas independientes: El peligroso anaquel de la familia Colás

Humberto Colás y Berta Mexidor, hoy exiliados, revelan a Cubaencuentro los orígenes del movimiento de bibliotecarios independientes en Cuba.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ Parte 3 / 4

No sólo perdió el empleo y el salario de 350 pesos (poco más de 10 dólares), sino que se vio obligada a sacar a Zeus del círculo infantil (guardería) y a duras penas logró mantener a Talía en el seminternado en los tres días que le faltaban para terminar el curso escolar. El derecho a llevar a los hijos a ese tipo de centros se le otorga exclusivamente a las madres trabajadoras.

A partir de ese momento, vivieron casi exclusivamente de los "inventos" de Colás y del apoyo de familiares, amigos, antiguos pacientes de él y, especialmente, de la Iglesia Católica. Continuaban denunciando atropellos cometidos por las autoridades, y formaron la agencia de prensa Libertad entre cuatro personas, que reportaban por teléfono. Entraron en contacto con Cubanet, en Miami, que les facilitaba la difusión de su trabajo en el exterior.

Tomándole la palabra

En febrero de 1998, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, el matrimonio escuchó a Fidel Castro decirle a un periodista: "En Cuba no hay libros prohibidos, lo que no hay es dinero para comprarlos".

"Eran como las ocho de la noche", relata Colás. "Berta estaba en la cocina 'inventando'. Ya en la casa teníamos varios libros prohibidos, como los de Carlos Alberto Montaner, los boletines de derechos humanos y otros. Fue así como se gestó la idea de las bibliotecas".

A las pocas horas redactaron de un tirón el "Proyecto de Bibliotecas Independientes de Cuba", y de inmediato enviaron el manuscrito a Cubanet (http://www.cubanet.org/bibliotecas/proyecto.htm). El 3 de marzo de 1998 nació la biblioteca independiente "Félix Varela", bajo la dirección de Berta Mexidor.

La idea prendió como pólvora. El 15 surgió en Santiago de Cuba la biblioteca "Eduardo R. Chivas". Organizaciones de exiliados en países como Suecia comenzaron a apoyarlos, y los libros llegaron desde varios países: República Dominicana, México, Costa Rica... Colás dio a conocer la idea entre los opositores de La Habana. Algunos la acogieron inicialmente con escepticismo, pero otros, como el periodista independiente Raúl Rivero, reaccionaron con entusiasmo.

"Él [Rivero] dijo que era el proyecto mejor estructurado para enfrentar el castrismo. Se convirtió en el asesor y principal donante de libros, y comenzó a establecer relaciones con otras organizaciones y personas que nos apoyaran".

A pesar del temor tradicional con que vive la gente en Cuba, la "Félix Varela" llegó a tener entre sus lectores a más de 100 personas que no tenían vínculos directos con la disidencia interna, aseguran los Colás.

"Es un proyecto contra la censura. Ese es el atractivo que lo hace superior a las bibliotecas públicas cubanas. Teníamos libros a favor y en contra de la revolución, algo que ellos, a pesar de tener bibliotecarios profesionales, no pueden hacer", indica Berta.

Respaldo internacional

El pequeño apartamento del matrimonio era un hervidero. "Siempre estaba lleno. Hacíamos tertulias, peñas literarias, recibíamos visitantes de todas partes, teníamos un activismo muy fuerte", recuerda Colás.

Poco después que Colás fuera expulsado del sistema de salud pública, fueron declarados "ocupantes ilegales" del apartamento donde vivieron 13 años, y a pesar de tener algunos derechos sobre el inmueble, el 23 de agosto de 1999 fueron desalojados a la fuerza.

"A las dos de la tarde se aparecieron más de 26 personas vestidas de civil y cargaron las cosas en camiones. A mí me llevaron detenido, y a Berta, mi mamá que estaba de visita [de 73 años entonces] y a Zeus los montaron en un auto y los llevaron a una granja militar a más de 60 kilómetros de las Tunas".

Llegaron de noche a Puerta Prieta, donde los pobladores cocinaban con leña y no había transporte local. Allí tenían todas sus pertenencias regadas en una de las casas, y aunque inicialmente las mujeres se negaron a bajarse del auto, las amenazaron con "arrastrarlas" hasta la casa. Al día siguiente llegaron dos funcionarios locales.

"Les dije que dejaran irse al niño y a mi suegra y que me pusieran directamente en la cárcel, porque si no me podía ir de allí era mejor estar en la cárcel. Me dijeron que tenían que esperar órdenes".

Finalmente, la llevaron en un vehículo hasta un pueblo cercano, desde donde regresó a Las Tunas. Al llegar, ya Colás había sido liberado. La casa estaba sellada y se enteraron de que algunos individuos, incluso de la raza negra, haciéndose pasar por hermanos de la Iglesia, se habían apropiado de varios libros y documentos que guardaron algunos vecinos durante el desalojo.

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