Tras meses de intensos viajes, cabildeos, negociaciones, alabanzas e insultos, el 18 de abril a las 14:30, hora de Cuba, la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, por cerrada votación de 22 a favor (Argentina, Bélgica, Camerún, Canadá, Costa Rica, Rep. Checa, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Japón, Letonia, Madagascar, Noruega, Polonia, Portugal, Corea del Sur, Rumania, España, Reino Unido, Uruguay y Estados Unidos) y 20 en contra (Argelia, Burundi, China, Cuba, India, Indonesia, Liberia, Libia, Malasia, Nigeria, Pakistán, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Swazilandia, Siria, Venezuela, Viet Nam y Zambia) con 10 abstenciones (Brasil, Colombia, Ecuador, Kenya, Mauricio, México, Níger, Perú, Senegal y Tailandia) y un ausente, la República Democrática del Congo, aprobó la moción de condena al Gobierno cubano, por su sistemática violación de los derechos humanos.
La condena en Ginebra es puramente simbólica, dado que no implica ningún tipo de sanción, salvo la moral. Y como el régimen de La Habana califica su derrota de "victoria moral" –ignoro qué calificativo habrían acuñado en caso de no prosperar la moción–, ni eso. Pero me asalta una duda: si perder la votación fue una victoria; si según ellos el padre de la moción (Estados Unidos, por supuesto) sólo obtuvo una "victoria pírrica"; si este tipo de eventos no merece ninguna credibilidad, al ser "selectivo" y "discriminatorio"; no comprendo por qué se gastó la leche condensada de tantos niños en viajes internacionales y cabildeos del canciller y su equipo, por qué La Habana ha redondeado tantas mesas, hecho correr océanos de tinta sobre el tema y traspasando las fronteras de la grosería, empleando su nutrido arsenal de insultos contra las naciones que presuntamente votarían en su contra.
La Comisión de Derechos Humanos es objeto de manipulación política. Lo sabe hasta Vox Populi. Hay presiones de todas direcciones para fomentar o inhibir condenas, en dependencia de quién se trate, y la magnitud del mercado correspondiente no es ajena a estos tejemanejes. Países como China, por ejemplo, no son sancionados. Pero el hecho de que unos violadores sean absueltos (y no por falta de pruebas) o ni siquiera sean encausados, no significa que no se violen los derechos humanos. De modo que la condena es justa, y no se trata, como repite la prensa oficial, de una moción "anticubana", sino de una moción contra el Gobierno cubano. Aunque en la Isla persistan en la engañosa sinonimia Cuba=Patria=Socialismo=Fidel, aplicando después el carácter transitivo. Por el contrario, se trata de una moción procubana, en la medida que ejerce una simbólica presión para que se produzca una ganancia en las libertades de once millones, a costa de limitar la hoy omnímoda libertad de uno solo.
A pesar de no sentirse condenada, en palabras del canciller Pérez Roque, la nomenclatura insular, por boca de la prensa, ha echado mano a un catálogo de insultos que Borges habría envidiado en su Historia universal de la infamia.Lacayuna es la República Checa al presentar la moción; ignorados, pisoteados, vilipendiados y recibiendo órdenes directas de Colin Powell, actuaron los europeos, en especial Gran Bretaña y España, en su papel de segundona. Con "los mismos méritos" votaron Canadá, Suecia (que no votó, aunque lo afirme el Granma, quizás se refieran a Noruega, hielo más hielo menos) y Japón. Aterrados los africanos, a quienes Estados Unidos amenazó sancionarlos a su vez en Ginebra u ofrecerles dinero para combatir el SIDA en caso de que se portaran bien. Curiosamente, Sudáfrica, la nación de ese continente con más casos de SIDA, la que acaba de ganar la pelea a las multinacionales farmacéuticas norteamericanas y se dispone a fabricar sus propios medicamentos eludiendo patentes, votó contra la moción. "Nada sorprendentes", según la prensa cubana, fueron las votaciones de los cuatro países latinoamericanos que aprobaron la propuesta checa.