Cesar es una de las personas más contradictorias que conozco, pero no por inconsecuencia, sino por complejidad. Tan complejo es, que vive inmerso en un mar de paradojas que sin duda lo enriquecen y que hacen posible sus formidables canciones.

Desde que lo conozco –y, seguramente, desde mucho antes–, practicaba una forma de bohemia muy personal. Siempre actuaba en night-clubs o pequeños cabarets (lugares imprescindibles para gozarlo en toda su plenitud), por lo cual terminaba de trabajar casi siempre después de las 2 de la madrugada y tras pasar toda la noche rodeado de copas de la más diversa índole. Terminada la jornada, rara vez regresa a su casa, sino que continuaba la juerga por lo menos un par de horas más. Sin embargo, a pesar de tan pertinaz contacto con las destilaciones, Cesar es totalmente abstemio y su juerga predilecta consistía en reunirse con un amigo y, pautado por un café y múltiples populares, conversar sobre diversos temas, casi siempre relacionados con la cultura cubana y la política, sus obsesiones recurrentes.

Algunas veces ese amigo fui yo, que acudía a escucharlo, bien entonado por las destilaciones de marras, y cuando terminaba, íbamos en pos de un café en algún lugar de La Rampa, entorno por donde se movía, siempre desde el punto de vista profesional. Porque otra paradoja de Cesar es su absoluta incapacidad de sentir o asumir cualquier manifestación de frivolidad, a pesar de haberse movido siempre en ambientes proclives al devaneo.

Otra paradoja de este grande de la canción cubana es su fe en las posibilidades de regeneración del sistema político cubano, fe que asumía con vehemencia y honestidad, lo cual se manifestaba en constantes batallas por las causas más diversas. Casi nunca yo compartía sus puntos de vista, pero admiraba su tesón y honestidad.

En ese sentido, creo que a Cesar Portillo de la Luz le ha ocurrido lo que a muchos cubanos de su generación (nació en La Habana, el 31 de octubre de 1922) y que militaron o fueron simpatizantes del Partido Socialista Popular (comunista) antes de 1959: fueron incapaces de diferenciar entre sus sueños y las luchas de muchos años, por una parte, y la realidad política vigente, por la otra.