La semblanza de hoy está dedicada más a un disco que a una intérprete. En 1999, la Virgin Records lanzó un CD titulado, simplemente, La India de Oriente, Luisa María Hernández.
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Sonora Cubana. Virgin Records |
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Creo que para un extranjero hispanoparlante, semejante título puede resultar desconcertante y acaso más de uno esperaba encontrar sonidos de tablas y cítaras en ragas con múltiples segmentos de tonos. Tal vez se preguntaría qué relación podría haber entre un nombre tan hispano y el ramayánico subcontinente. Sólo después de leer la información que acompaña al CD, nuestro asombradísimo e hipotético comprador descubriría que en Cuba había una provincia llamada Oriente donde, al parecer, nació Luisa María Hernández en 1920. De lo que nunca se enteraría es que, en nuestro país, llamamos “indio” a cierto fenotipo mestizo, de piel canela y pelo lacio, muy común en esa región.
Pero no era necesario el falso enigma que podría suponer su seudónimo para dotar de misterio a esta personalidad, hoy casi desconocida en Cuba. Casi todos los informes acerca de ella coinciden en que nació en El Cobre, pequeño pueblo cercano a Santiago de Cuba. Todos, menos uno. Porque en el documento citado, se narra un viaje a El Cobre, cuando se estaba preparando el CD, en el cual una informante declara que nació en La Habana y se trasladó al pueblito en su niñez, razón por la cual se la conocía como La Habanita.
Una vez repuesto de las sorpresas, nuestro comprador se dispone a escuchar música cubana, pone el disco, escucha las primeras canciones y es muy probable que, del desconcierto, pase al más desaforado asombro. Porque estamos ante una de las muestras más refinadas que ha producido el kitsch cubano, y seguramente habría dado que pensar a Susan Sontag cuando escribía su célebre ensayo sobre el tema.
Los títulos de las piezas incluidas son significativos: Traición a un sacrificio, Mil veces falsa, Ella es una más, No puedo perdonarte, Fue en la cantina, El penado arrepentido, Muchacha perdida, Calumniada, Soy la pecadora, Por borracho y parrandero y Burlada. Sólo la cuarta canción, Llamándote, de Alexis Brau, escapa a ese subgénero conocido como “bolero vitrolero”.