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Sin más curvas...
 
Ignacio Piñeiro
JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 2 / 2

Pero este caballero que tiene en su haber la creación de la más importante agrupación sonera de todos los tiempos, fue, también, un gran compositor de guajiras y un perfecto integrador de casi todos los aportes de los diferentes orígenes de nuestra cultura. El campo y la ciudad, lo europeo y lo africano, el danzón, la guaracha y la rumba se mezclaban en su quehacer, enriqueciéndose entre si y dando lugar a sonidos que, en su momento, fueron decididamente novedosos.

El musicólogo Helio Orovio ha detectado los siguientes géneros y subgéneros en las 327 piezas que compuso Piñeiro: son, son montuno, guaguancó, guaguancó-son, canción-son, afro-son, conga, guajira-son, guaracha, canción, guajira, villancico, danzón, son campesino, son-pregón, rumba, guaracha-son, rumba-son, tango-congo, plegaria, lamento, pregón y preludio. Aunque queda la duda acerca de si las mencionadas rumbas eran columbias, yambúes u otra forma de denominar a los guaguancós, no la hay acerca de que estamos ante un experimentador que se tomó muy en serio la música cubana. Curiosamente, él no cantaba boleros.

No es casual que George Gershwin, durante una visita que hizo a La Habana en 1932, se interesara por conocer a Piñeiro. Tampoco parece coincidencia que introdujera fragmentos de Échale salsita en su Obertura cubana.

El repertorio del Septeto Nacional incluyó, también, versiones de otros compositores, especialmente de Miguel Matamoros, ya que la supuesta dicotomía entre son oriental y son habanero es un invento posterior. El Paralítico, La mujer de Antonio y Son de la loma son tres magníficos ejemplos de la incursión de Piñeiro en tan sabroso orbe musical.

El Septeto Nacional fue, también, uno de los principales responsables de la difusión del son en Europa. En 1929, representa a Cuba en la Expo Universal de Sevilla, donde se impone con Suavecito, pieza un tanto coercitiva: "El son es lo más sublime para el alma divertir / se debiera de morir quien por bueno no lo estime…" Aunque es muy probable que los versos que rezan "una linda sevillana le dijo a su maridito" hayan contribuido al éxito. La costumbre de incluir en las giras internacionales obras relacionadas con el país visitado se convirtió en una constante en nuestra música popular, de la que Beny Moré haría todo un arte.

Entre 1937 y 1958 el Septeto se mantuvo inactivo, por razones un tanto misteriosas. Ese silencio de 21 años se rompió en 1959, con un resurgir de la agrupación que incluye la inigualable voz de Carlos Embale, como Piñeiro, a medio camino entre la rumba y el son. La vida del nuevo Septeto Nacional se prolongó más allá de la muerte de Ignacio Piñeiro, acaecida el 12 de marzo de 1969, en la misma ciudad que lo vio nacer 81 años antes. Por supuesto, como siempre ocurre en estos casos, sin su gestor el Septeto ya no sería el mismo.

Quiero terminar con una estrofa de una guajira —que espero sea incluida íntegra por nuestro colaborador Lázaro Morell— y que todos los cubanos deberíamos hacer nuestra. Su título, Canta la vueltabajera y dice así:

Canta cubano sincero
y pide con dulce nota
que más no caiga una gota
de sangre cubana al suelo.

Santa bendición del cielo
que tranquilice a esta tierra:
cubano, ya no más guerra,
mira que por nuestra choza
pasa la más dolorosa
tristeza que el mundo encierra.

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