Parece mentira, pero la oveja negra de la canción cubana es la rumba, esa forma musical que se fraguó en los solares de La Habana y Matanzas y que constituye una de las primeras manifestaciones urbanas de la música popular cubana. Cajones de bacalao y cajitas de velas o de dulce de guayaba sustituían a la tumba, al salidor y al quinto, mientras que las claves y las cucharas hacían el resto. Pero claro, se trataba de "cosas de negros" y, para colmo, de negros de solar.
Poco a poco, sin embargo, la rumba se impuso con su ritmo sincopado y su bailar contenido y austero que tanto recuerda al del íreme abakuá. Sus tres variantes (guaguancó, columbia y yambú) forman parte indiscutible de nuestro mejor patrimonio musical e interpretes de todas las épocas las han incluido en sus repertorios.
Hoy quiero acercarles un guaguancó muy conocido compuesto por uno de los talentos musicales más grandes e ignorados que ha dado Cuba. Me refiero a Gonzalo Arsenio, más conocido como Tío Tom. Nació en 1919 en Cayo Hueso, el mismo barrio que lo vio morir en 1991. Compuso un número grande pero indeterminado de rumbas que nunca registró o si lo hizo, fue sólo parcialmente y en los últimos años, apoyado por un reducido grupo de conocedores de su obra. Fue el autor de cantares que muchos creen anónimos, como Me regaña el corazón, Rumbearemos y cantaremos o, sin ir más lejos, este clásico cuya letra preside hoy nuestra sección y que he tomado de la voz de Carlos Embales.
Consuélate como yo
Gonzalo Arsenio, Tío Tom
Consuélate como yo
que yo también tuve un amor
y lo perdí.
Y por eso digo ahora
ya yo no vuelvo a querer,
¿de qué te sirvió el querer
si a ti el amor te traicionó
como a mí?
Por eso ahora
ya yo no vuelvo a querer
ya yo no vuelvo a querer
ya yo no te quiero más.