| Más claro ni el agua |
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| La Habana abre el nuevo año calificando al PIB de antisocial y admitiendo que el escenario vigente en la Isla es consecuencia del socialismo. |
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| por MICHEL SUáREZ, Valencia |
Parte 2 / 2 |
Curiosamente, el descenso imparable del PIB ha sido compañero de viaje de la batalla que libra el Gobierno contra las iniciativas individuales. En 1996 estaban registradas en el país casi 209 000 personas con licencia para trabajar por cuenta propia, y a principios de 2002 sólo había algo más de 150 000. También los ingresos por ese concepto al presupuesto del Estado mermaron desde un 2,4 % hasta un 1,0 %, según datos oficiales. Las propias restricciones en determinadas actividades han generado, incluso, una extensa lista de acciones fuera de la ley, cuyos resultados no inciden directamente en el arca nacional. De acuerdo con expertos, por cada un trabajador con licencia hay tres que no están autorizados.
El laberinto sofístico sobre los supuestos progresos de 2002 incluye también el tema del empleo. Según la versión oficial, "cientos de miles de puestos fueron creados, con lo cual la tasa de desocupación se redujo al 3,3 %", pero nunca se precisa en los informes el milagroso método para terminar con el paro. Tal reducción es, sin dudas, una nueva falacia para encubrir en el capítulo de "casos solucionados" a los cientos de miles de jóvenes y trabajadores que en 2002 se incorporaron a cursos técnicos e ideológicos de superación integral, prácticamente en condiciones de subempleo. ¿Cómo puede decirse —en un año donde han quedado sin trabajo al menos 100 000 obreros de la industria azucarera— que se ha reducido el desempleo? ¿Quién reconoce el agujero financiero que representan dichos cursos improductivos para la estabilidad económica del país?
Ya resulta totalmente retrógrado volver la vista a los problemas de los demás para intentar justificar los propios. Si bien es cierto que 2002 tampoco fue un buen año para las economías latinoamericanas, y el promedio de Cuba superó el lastimoso 0,5 % de la región, también debe decirse que en 1958 la Isla andaba a la cabeza de América Latina en riqueza económica y consumo por habitantes, conforme a estudios realizados en la época. Y mientras la Asamblea Nacional se autoconsuela con el mal ajeno, el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) le ha recordado a Cuba que la subnutrición aumentó en la Isla de un 5 % en el bienio 1990-1992 a un 13 % en el período 1998-2000. En el informe anual El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2002 se revela que el hambre disminuyó un 2 % desde 1992 en América Latina, excepto en Cuba y Guatemala.
En la pasada sesión del Parlamento, Osvaldo Martínez Martínez, presidente de su Comisión de Asuntos Económicos, se incorporaba a la convocatoria del ministro para "dejar a un lado el formalismo estadístico y el fetiche del crecimiento". Ojalá y ese llamado no fuese tan maquiavélicamente selectivo, para que además de plantearse que la mortalidad infantil es de un tanto por ciento menos, se valorase cualitativamente el funesto estado nutritivo de los niños cubanos; o de anunciar a toda garganta la cantidad de alfabetizados, se cuestione para qué sirve un huracán de cultura y educación si no sobrevive la libertad de expresión y pensamiento.
Según los informes rendidos por los diputados Rodríguez y Martínez en el Parlamento, "sin el socialismo ninguno de esos hechos [los supuestos avances] hubieran sido posibles". Más claro ni el agua.
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