| Reunión anti ALCA en La Habana |
|
| Castro: Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago. |
 |
| por JORGE H. FONSECA, Sao Paulo |
Parte 2 / 2 |
¿Cual sería la participación de la Cuba de Fidel Castro en el ALCA en el hipotético caso que se decidiera incluirla? Simplemente, la Isla sería compradora de alimentos. La Habana no tiene productos agrícolas excedentes para exportar, a no ser un azúcar que, como el propio Gobierno ha declarado recientemente, subsidia (para minimizar lo cual acaba de elaborar un controvertido plan que implica el cierre de más de la mitad de sus centrales azucareros).
Hay que decir que las diferencias de los países latinoamericanos con EE UU en torno al ALCA están relacionadas con los subsidios que los norteamericanos dan a sus productos agrícolas; se pide que sean eliminados esos subsidios para que los productores agrarios de Latinoamérica tengan acceso al mercado del norte sin la desventaja de la competencia desleal que significan las producciones auxiliadas. En definitiva, Fidel Castro sigue una línea contraria a los intereses de sus "hermanos": La Habana, comprando como hasta ahora alimentos en Norteamérica, realmente conspira contra América Latina, que lucha por que Washington elimine sus subsidios como premisa para que sus producciones puedan competir dentro de ese mercado. Lo que realmente deberían hacer las autoridades cubanas —con vista a apoyar los reclamos comerciales de Latinoamérica— es dejar de comprar en EE UU los planeados 1500 millones de dólares en alimentos: deberían adquirirlos en los países pobres en lugar de convocar reuniones conspirativas y firmar acuerdos con granjeros subsidiados.
El régimen aduce que compra alimentos en el mercado estadounidense porque allí son más baratos. Pero son más baratos precisamente por estar subsidiados, con lo cual le hacen una competencia desleal a los países de la región. De esta manera, es clara la estrategia cubana en favor de los subsidios norteamericanos: ella establece una cortina de humo contra el ALCA —aduciendo otras razones— para desvirtuar su opción, realmente contraria a los intereses latinoamericanos.
Si Fidel Castro no puede participar del acuerdo —aun siendo convidado— y se beneficia del comercio con los estadounidenses, ¿por qué se opone al ALCA? La respuesta es simple: éste significaría la eliminación de los subsidios norteamericanos que ahora benefician a las compras de La Habana; como muestra de ello, basta comprobar la inexistencia de una propuesta cubana coherente para oponer al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. Esto ha quedado claro en dos reuniones internacionales recientes. En la primera de ellas, la Cumbre Iberoamericana clausurada días atrás, el vicepresidente cubano Carlos Lage terminó su discurso diciendo que "el ALCA no es la solución", pero sin proponer nada en su lugar; en una segunda oportunidad, el presidente del llamado "Parlamento", Ricardo Alarcón, participó de un cónclave de congresistas de América Latina convocado por la Cámara Baja de Brasil —reunión a la que los brasileños tuvieron la cortesía de convidar diputados cubanos, a pesar de no formar parte del ALCA—: Alarcón repitió lo dicho por Lage contra el acuerdo —sin ningún aporte concreto, por supuesto—, constituyéndose en la única voz disonante de la asamblea. Se analizó el ALCA en su verdadera magnitud, con sus ventajas y desventajas, pero la propuesta alternativa por parte de Cuba brilló por su ausencia.
El mundo marcha hacia la integración comercial en bloques. Europa se consolida como una poderosa unión comercial y política que recientemente se ha ampliado, incluyendo nuevos países del este europeo. Adicionalmente, pocas semanas atrás se formó un gigantesco bloque comercial en Asia, integrado por China y numerosos países de la cuenca del Pacífico, que agrupó a miles de millones de productores y consumidores. Ahora sólo falta concretar el bloque de las Américas, implícito en el establecimiento del ALCA.
Por su parte, el recién electo presidente brasileño, Lula da Silva, ha declarado que el Acuerdo de Libre Comercio debería ser complementado con otro acuerdo de tipo político, a través de un parlamento común, probablemente como un primer paso para una unión más integral al estilo europeo. Esta línea de discusiones, que EE UU ha evitado hasta ahora, es el camino que América Latina debe continuar transitando, en lugar de prestar oído a consignas carentes de propuestas alternativas (y que ocultan otros intereses), como las de La Habana.
Paralelamente, la diplomacia brasileña del gobierno del presidente saliente, Fernando Henrique Cardoso, ha tejido una fina red de acuerdos regionales para negociar, con fuerza de bloque, con EE UU. Comenzando por el MERCOSUR, que agrupa 6 naciones e incluye a los mayores países del Cono Sur, Brasil, Argentina y Chile (como observador), y en el seno del cual se discutirá un acuerdo con los países del Pacto Andino. Con ello terminaría de consolidarse un bloque compuesto por los principales países sudamericanos, de un peso muy grande para negociar con Washington.
Los discursos retóricos y las diatribas anti ALCA escuchados en el Palacio de las Convenciones de La Habana —detrás de los cuales estarán los intereses conservadores de los granjeros norteamericanos— sirven esta vez para sellar con broche de oro —ya definitivamente— la contradictoria posición de un Gobierno que, como el cubano, por un lado suplica el acceso al mercado estadounidense mientras, por el otro, quiere convencer a sus vecinos de que no lo hagan.
| Salto a cont. |
Volver: Inicio » |
|
|
|
|
