Miércoles, 31 julio 2002 Año III. Edición 421 IMAGENES PORTADA
Economía
Las amargas incógnitas del azúcar cubano

La ineficiencia del socialismo y los precios del mercado internacional han dado el tiro de gracia a la que una vez fuera la industria azucarera más floreciente del mundo. ¿Qué será del 18% de la población que depende de ella?
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami Parte 2 / 2

La productividad de la industria también ha caído sistemáticamente. Por cada 100 libras de caña, Cuba lograba extraer en los años 60 unas 12,5 libras de azúcar. Hoy esa cifra ronda las 10 libras, según el economista Carmelo Mesa Lago, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh.

Cuba produjo 24 toneladas de caña de azúcar por hectárea en 2001, mientras sus competidores lograron más de 50 toneladas por hectárea, de acuerdo con un funcionario de alto rango del MINAZ.

Diez años después de la desaparición de la URSS, Cuba reconoce que es incapaz de recuperarse de tantas adversidades. Por si fuera poco, la industria arrastra el peso de los años y de la falta de inversiones: sólo 8 de los 156 ingenios fueron construidos después de la llegada al poder de Castro, en 1959, y algunos datan incluso del siglo pasado.

"En Cuba no ha habido una modernización de la planta industrial desde fines de los 70 e inicios de los 80, por falta de inversores", explica Mesa Lago. "Por eso, en los últimos años la industria ha experimentado un proceso de 'canibalización', pues se han sacado piezas de los centrales en mejores condiciones para mantener a los otros".

El Gobierno calcula que se necesitan unos 500 millones de dólares para modernizar la industria.

En busca de esos dólares, y como parte del proceso de reestructuración de la industria, surgieron recientemente dos nuevas sociedades anónimas, la Compañía Azucarera Internacional (CAISA) y Corporación Financiera Azucarera (ARCAZ).

CAISA comercializará el producto —poniendo fin al monopolio del Ministerio de Comercio Exterior—, estimulará la diversificación e intentará hallar nuevas alternativas de negocios. Por su parte, ARCAZ buscará facilitar los recursos financieros. La nueva estrategia enfatiza en la necesidad de "elevar la productividad", lo que no logra despejar las incógnitas de los expertos.

"La pregunta, a la que yo no tengo respuesta, es si cerrando los centrales azucareros van a lograr reducir los costos y mantener la producción en el rango de las cuatro toneladas. Si es así, habría sido un éxito. Pero la industria azucarera cubana no se puede recuperar a los niveles de 6 ó 7 millones de toneladas sin una sustancial inversión en equipos y sin resolver el problema energético", señaló Mesa Lago.

La mano de obra es también un problema a largo plazo para el país. Aunque hoy es excedente, el envejecimiento demográfico previsto para la Isla en 2025 —el mayor de América Latina— y la baja tasa de crecimiento de la población, son señales muy preocupantes para el futuro de la industria, y de la economía cubana.

Los trabajadores desempleados por al cierre de los centrales serán reubicados en otras labores agrícolas en la porción de tierras que antes se dedicaban a la caña y que ahora pasarán a sembrarse de diversos cultivos. La medida recuerda al fracasado Plan Alimentario de los años 80.

La industria azucarera de la Isla llegó a ser la principal exportadora del mundo. Hoy todavía ocupa un lugar destacado en el mercado, después de Brasil, la Unión Europea y Tailandia, y continúa siendo una fuente considerable de divisas para el país.

"Estamos viendo la consumación de una tendencia de los años 50, de reemplazar la industria azucarera por los servicios, de algo previsto también por economistas de esa época, el crecimiento de la industria de derivados del azúcar", apunta el historiador Rafael Rojas. Pero la ineficiencia del socialismo y la situación del mercado mundial han dado el tiro de gracia a la que una vez fuera la industria azucarera más floreciente del mundo. Aún así, la historia ha desmentido a [el historiador] Raimundo Cabrera: sin azúcar sí hay país.

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