Viernes, 19 julio 2002 Año III. Edición 413 IMAGENES PORTADA
Economía
¿Lecciones de qué?

Cerca del 20 por ciento de los cubanos estaba subnutrido en 1996-98, según un estudio de la FAO. ¿Cuántos lo estarán ahora mismo?
por OSCAR ESPINOSA CHEPE, La Habana Parte 1 / 2
Diouf y Berlusconi
Jacques Diouf, Director General de la FAO, y Silvio
Berlusconi durante la II Cumbre Mundial sobre la
Alimentación celebrada en Roma

La II Cumbre Mundial sobre la Alimentación se celebró en Roma entre el 10 y el 13 de este mes. Su objetivo fundamental fue el de analizar la evolución de la situación alimentaria mundial a partir de los acuerdos tomados en la I Cumbre, efectuada en 1996.

En aquella ocasión se aprobó un programa para reducir hasta el 2015, en un 50,0%, los 800 millones de personas que entonces carecían de alimentos. De los debates sostenidos en la reciente Cumbre se puede concluir que, a pesar de existir algunos avances, parece poco probable que se alcance el objetivo si no se toman medidas urgentes.

En la reunión participó una delegación cubana, de nivel notablemente inferior si se le compara con la anterior. Estuvo encabezada por Felipe Pérez Roque, quien repitió los gastados puntos de vista oficiales sobre el hambre en el mundo, culpando únicamente a los países desarrollados por la carencia de alimentos.

Sin duda, los países ricos tienen responsabilidad en la actual situación, y debería existir mayor solidaridad hacia las regiones más pobres. Sin embargo, ver el problema del hambre como una cuestión solamente dependiente de ese factor constituye una actitud reduccionista, absolutamente parcial, que no ayuda a descubrir las verdaderas raíces del problema.

No es casual que en muchos de los países donde existe hambre y miseria impere la corrupción, se desvíen los recursos hacia carreras armamentistas e, incluso, se hayan desarrollado incesantes guerras; o, como sucede en Cuba y Corea del Norte, prevalezcan sistemas estatistas que bloquean el desarrollo de las fuerzas productivas y condenan a los pueblos a la precariedad.

El caso de Cuba es típico y demuestra que, por grande que sea la ayuda externa, si no existe un Gobierno competente para gestionar eficientemente los recursos no puede haber un avance real en el terreno económico y en la prosperidad de la ciudadanía. Resulta paradójico que Felipe Pérez Roque desee dar lecciones al mundo en materia de alimentación mientras en Cuba se ha destruido la agricultura y su industria emblemática, la azucarera, se debate en el caos y cierra la mitad de sus capacidades para procesar la caña.

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