| La tribuna sin fondo |
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| ¿Cuántos millones de dólares invierte el régimen en su Ministerio de Propaganda? Entretanto, los de a pie tienen derecho a adquirir media libra de aceite si entregan una de azúcar. |
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| por MICHEL SUáREZ, Valencia |
Parte 1 / 2 |
Cerraba el año 2001. Las cosas iban tan bien que el Consejo de Ministros —que entre sus ocupaciones de primer orden tiene repartir equitativamente la soya, el caldo de gallina en pastillas y las papas—, decidió entregar, es decir, vender, media libra de aceite vegetal a los cubanos. Una oferta muy generosa por parte del compañero Lage y su formidable equipo si no fuera porque, a cambio del aceite, había que reducirle —"temporalmente"— una libra de azúcar a la población. ¡De la azúcar que debería sobrarle!
De acuerdo con los niveles oficiales de crecimiento económico, desde 1994 hasta la fecha —sin despreciar que los datos macroeconómicos no significan necesariamente mejoría en la mesa—, algunas áreas de la producción de alimentos podrían haber progresado. Aunque la industria azucarera no ha podido ser más desastrosa, el turismo y otras fuentes alternativas han aportado algunos ingresos significativos. El desarrollo de las chimeneas sin humo ha mostrado índices de mayor cantidad de visitantes, y la expansión hotelera es muestra de que los resultados son elogiosos en el sector. No obstante, para el cubano de a pie la vida no ha variado sustancialmente desde la más severa crisis de los años 90. ¿Adónde van a parar los ingresos que justifican el crecimiento macroeconómico? ¿De qué sirven si no repercuten objetivamente en la calidad de vida de los cubanos?
El impulso de las tímidas medidas económicas de 1993, cuando el PIB cubano cayó abismalmente a un 34%, parecía que haría mover al muerto. Los índices de 2,5 (1995), 7,8 (1996), 2,5 (1997), 1,2 (1998), 6,2 (1999), 5,6 (2000) y 3,0 (2001) muestran las tendencias irregulares de la economía nacional, proclives al decrecimiento a partir del año 2000. Los vaticinios del año actual tampoco son positivos, al apostar por la ratificación del PIB del período precedente.
A pesar de las adversidades del entorno, y sobre todo las intrínsecas de un sistema inútil y encallado, el ritmo de crecimiento objetivo —ése que tiene su reflejo ante los ojos de la gente— retrocede maratónicamente hasta en los sectores considerados de primera línea. Una cuota no despreciable se dedica a cierta partida que jamás aprueba el Parlamento, utilizada "a discreción" por el Ineficiente en Jefe para sostener la apuesta más costosa de cualquier sistema totalitario: el Ministerio de Propaganda, Desinformación y Adoctrinamiento.
Cualquier presunto crecimiento económico originado en sectores de cierto despegue —con la excepción, quizá, de La Habana Vieja de Eusebio Leal— va directamente al basurero ideológico de Fidel Castro. Desde la tragedia legal del regreso de Elián González, no se han escatimado recursos financieros. El pobre niño fue para Castro la gallina de los huevos de oro en materia de resurgimiento y, desde entonces, los fondos se le escapan al dueño de la Isla entre actos y programas de "enseñanza". Baste decir que durante 2001, el año del bajón en el crecimiento del PIB, la calamitosa zafra azucarera y el descenso mundial del turismo, el Gobierno cubano se permitió el lujo de celebrar más de 90 actos políticos, de ellos 43 "Tribunas Abiertas" en varios municipios del país. Millones de personas dejaron de asistir a sus puestos de trabajo, sobre todo en la capital, donde Castro disfruta cada vez más de su egocentrismo aritmético, que pronto reunirá en la plaza a los once millones de cubanos. Transporte no va a faltar para ello, aunque la operación signifique cerrar la Isla.
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