Viernes, 21 septiembre 2001 Año II. Edición 197 IMAGENES PORTADA
Economía
ACOREX, y el código de ética

A pesar de las violaciones de los derechos más elementales de los trabajadores en Cuba, muchas organizaciones internacionales supuestamente encargadas de defenderles, siguen simpatizando con la política 'de izquierdas' del gobierno de La Habana.
por CARIDAD CRISTINA ÁLVAREZ  

Trabajar en una firma extranjera en Cuba es el sueño de cualquier nacional. Es como entrar en el mundo de la maravilla. Acceder a la moneda fuerte para tratar de comer y tratar de vestir; en fin, para tratar de vivir.

Sin embargo, los dueños y gerentes de firmas extranjeras radicadas en la isla no pueden contratar directamente al personal que trabajará para ellos. ¿Cuál es el motivo? Nada más y nada menos que ACOREX, un organismo que se encarga de cobrar a la firma en cuestión de 200 a 1500 dólares por cada contrato según el cargo a ocupar. ACOREX, a su vez, paga a los contratados un salario que no excede los 400 pesos mensuales, el equivalente a 20 dólares. Según el Estado, gracias a ACOREX, aquí todo está bien controlado y no se da paso ni al diversionismo ideológico ni al enriquecimiento ilícito.

Las regulaciones establecidas prohíben que el extranjero le pague en divisas a su empleado. Sin embargo, esto no se cumple, pues de manera ilegal las empresas pagan de buena gana unos cuántos dólares para mitigar las necesidades más elementales de sus asalariados, en su mayoría excombatientes del Ministerio del Interior y amigos clandestinos de los propios empresarios.

El mal llamado Código de Ética que dicta y regula el comportamiento a seguir por cualquier nacional vinculado al sector externo, dispone, entre otros puntos, el siguiente:

No establecer relaciones amistosas con los extranjeros, no recibir regalos sin la autorización de sus respectivas direcciones, no recibir invitaciones a comidas ni fiestas sin autorización y no recibir comisiones de dinero por ningún tipo de trabajo, cosa, esta última, que es violada por todos los trabajadores de esas entidades, en cualquier nivel jerárquico.

Trabajar en este sector, además, origina ser blanco de la envidia y del oportunismo, algo terrible tratándose de un mundo donde los mecanismos de poder aplastan a cualquiera sin tener en cuenta su trayectoria laboral, su dedicación, fidelidad o sus más elementales derechos. Así le ocurrió a un personaje que después de treinta años de trabajo fue sustituido por la dirección de su centro cumpliendo órdenes del organismo superior, que dio credibilidad a un anónimo en el que se cuestionaba la integridad de esta persona con relación al Código de Ética.

Nada, que en un mar de superficialidades, muy pocos pueden nadar.


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