| La dolarización continúa |
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| Con un incremento del 8% entre 1996 y 1998 del índice de dolarización de la economía, la moneda nacional atraviesa por su peor momento. |
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| por OSCAR ESPINOSA CHEPE |
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El próximo 15 de octubre se retirarán de circulación las monedas fraccionarias de dólares estadounidenses y las llamadas fichas INTUR que se sustituirán por moneda fraccionaria del peso convertible cubano, según ha anunciado el Banco Central de Cuba (BCC).
Para algunos analistas, esta medida indica un paso dirigido a eliminar la dolarización imperante en la economía desde hace años. Sin embargo, nada apunta hacia la existencia de un proceso de fortalecimiento de la moneda nacional. Muy por el contrario, se observa una mayor presencia de la moneda norteamericana en las transacciones comerciales realizadas en la Isla.
El ingeniero Alfredo González, asesor del ministro de Economía y Planificación y Premio Nacional de Economía, ya a mediados de 1999 en su trabajo El nuevo modelo de las finanzas internas señalaba que "El índice de dolarización se ha incrementado de 45,0% en 1996 a 49,0% en 1997 y 53,0% en 1998, lo que es indicativo de un deterioro de las funciones de la moneda nacional".
Esa tendencia lejos de debilitarse se ha extendido últimamente, lo cual puede apreciarse en la indetenible apertura de establecimientos, donde únicamente se ofrecen artículos o servicios en dólares.
Esto resulta tan evidente y escandaloso que Tribuna de La Habana, órgano de prensa conocido por su ortodoxia oficialista, recientemente se refirió a este problema con preocupación aunque sin ir al meollo, que radica en la permanencia de un modelo de desarrollo que establece un alto grado de dependencia de factores externos (remesas, turismo e inversión extranjera), mientras se pone todo tipo de obstáculos a la iniciativa y la creatividad de los nacionales.
La tesis gubernamental de que fue imprescindible aplicar la doble circulación monetaria para hacer frente a la crisis surgida por la pérdida de las subvenciones del bloque soviético, dándose paso así a la dolarización actual, carece de justificación.
Otros países, como China, no aplastaron sus monedas. Precisamente las fortalecieron, convirtiéndolas en un instrumento esencial para el desarrollo económico. La cuestión estriba en que a diferencia de Cuba, las naciones que han optado por proteger su moneda, liberaron sus fuerzas productivas internas, incrementándose la producción y la eficiencia económica.
Ello permitió el sostenido aumento de la oferta de productos y servicios en moneda nacional y se estableció así un ambiente favorable para el trabajo y la creatividad: condiciones hoy ausentes en Cuba.
La sustitución de la moneda fraccionaria norteamericana en circulación por la del llamado peso convertible, en la práctica no pasa de ser una medida técnico-administrativa de poco alcance y sin mayores consecuencias.
El propio peso convertible y sus unidades fraccionarias, en lo fundamental, sólo son accesibles para los cubanos a partir de las operaciones con dólares u otras divisas fuertes. La inmensa mayoría de los trabajadores seguirá cobrando sus míseros salarios en los depreciados pesos, poseedores de un limitadísimo poder de compra.
El medio verdadero para enfrentar la dolarización es la oferta de artículos y servicios competitivos en moneda nacional; objetivo sólo alcanzable con el aumento de la producción y la eficiencia, lo que en modo alguno se aprecia en la Cuba actual.
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