Lunes, 03 septiembre 2001 Año II. Edición 183 IMAGENES PORTADA
Economía
Variedades de 23 y 10

Cuatro décadas de administración pública prueban la incapacidad del Estado cubano en materia económica
por DIMAS CASTELLANOS Parte 1 / 2

Variedades 23 y 10, conocido popularmente como el Ten Cents de 23, reinició recientemente sus servicios después de varios meses de cierre por reparaciones.

Construido a finales de la década del 40, el Ten Cents de 23 era propiedad de Frank Winfield Woolworth, un comerciante norteamericano que inauguró su primer establecimiento bajo la rótula F. W. Woolworth Company en 1879, en Lancaster, Pensylvania, para vender artículos cuyos precios oscilaban entre 5 y 10 centavos de dólar. A partir de esa fecha, los ten cents se expandieron por el resto del mundo ofertando a esos precios productos de mayor valor. En 1911, ya convertida en sociedad limitada, la cadena contaba con una cifra superior a las mil tiendas.

Concebidos para la venta de productos industriales y alimentos a los sectores populares de bajos ingresos, fueron introducidos en Cuba con gran inmediatez. Los ten cents de Obispo, Monte, Galiano y la Copa, en Miramar, satisfacían con rapidez la demanda de artículos baratos y de calidad para cualquier necesidad del hogar. Para ello contaban con una amplísima y variada oferta que comprendía desde perfumería hasta utensilios de cocina, cristalería, productos higiénicos, prendas femeninas, zapatos sport y alimentos. Una de sus características era la garantía del abastecimiento permanente para lo que ahora llamamos en Cuba "productos en falta".

En Cuba, los ten cents tuvieron su variante criolla, que sin alcanzar el nivel de aquellos establecimientos, también brindaba un servicio barato y eficiente a la población. Ejemplo de ello fue la Casa de los Tres Kilos, actual Yumurí.

Antes de la reparación, el inmueble de 23 y 10 estuvo ocupado por vendedores por cuenta propia, conocidos como "merolicos", que arrendaban los espacios para ofertar mercancías industriales que incluían desde herramientas hasta muebles para el hogar. Esa es una de las razones por las que su cierre por reparaciones fue interpretado por la población como una probable mejora.

El recuerdo que conservan de esos establecimientos las viejas generaciones les imposibilitaba pensar que la reapertura significara el regreso a lo que fue; pero tampoco, ni los viejos ni los más jóvenes, se imaginaron que la reparación era para lo que ahora es. Según la propia prensa oficial cubana, "no están ni medianamente satisfechas las expectativas de los capitalinos con sus ten cents".

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