Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
ECOLOGÍA
cubaeco
ARQUITECTURA
HUMOR
CONVOCATORIA
Prensa
Revista
Revista Encuentro
Envia...
Portada
Suscríbete...
Ecología
El jinetero ambiental del Caribe

Castro ofrece: mar de fondo por unos dólares más.
por EUDEL CEPERO  
Niños
Golfo de México. ¿Turismo contra petróleo?

Al Gobierno cubano no le basta con mercadear delfines, conchas de carey, corales y hasta pepinos de mar de sus aguas territoriales —a su vez mares caribeños, atlánticos o del Golfo de México—, en franca violación de los tratados internacionales para la protección de la fauna. Ahora ha llegado al colmo: resulta que Fidel Castro en persona le ha ofrecido al "imperialismo yanqui" las prístinas aguas del golfo para que participe en las posibles explotaciones petrolíferas que estudios franceses y cubanos auguran en dichos mares.

El ofrecimiento de la aceitada zanahoria estuvo precedido por la publicación en Washington de un estudio de dos profesores de la Universidad Rice (Texas), los cuales aseguran que USA podría importar "unos 2 millones de toneladas de gas natural mediante un gaseoducto" desde las aguas territoriales cubanas, lo cual "ayudaría a mejorar la seguridad energética de los Estados Unidos".

El interés de las autoridades de Cuba por explotar las reservas de hidrocarburos que puedan existir en las aguas territoriales del Golfo de México no es nuevo, de hecho la empresa estatal Cuba-Petróleo y la española Repsol-YPF crearon este año una asociación y contrataron 6 de los 60 bloques ubicados al norte de Ciudad de La Habana y Matanzas para explorar en 10 702 kilómetros cuadrados. La inversión es a riesgo de los españoles, pero si aparece algo tienen que compartir las ganancias con el Gobierno de la Isla.

El gobernante cubano está jugando la carta de ofrecerle a las poderosas corporaciones del petróleo norteamericanas las posibles reservas en el Golfo de México, porque el tema del combustible es esencial para la primer economía del mundo, máxime cuando el Medio Oriente y Venezuela se balancean en el columpio de la inestabilidad. Porque es obvio que petróleo y gas son dos buenos argumentos para quienes promueven el levantamiento del embargo o "bloqueo" (ese misterio que nos divide), e incluso una baraja de mucho interés para cuando el castrismo desaparezca. Y porque sabe muy bien que existe una moratoria por motivos ambientales contra cualquier intento por buscar o extraer hidrocarburos en la zona floridana del golfo —donde también existen reservas—, que incluso fue tema de polémica en la pasada campaña presidencial norteamericana.

Las consecuencias nefastas que para los ecosistemas cubanos pueden tener esas perforaciones —si llegan a ocurrir— son muchas, pero baste señalar que "la zona económica exclusiva del golfo" está en las cercanías de la depauperada playa de Varadero, y de la costa norte de la Península de Guanahacabibes, considerada Reserva de la Biosfera por la ONU, con unos 1 060 kilómetros cuadrados, 22 playas vírgenes, un alto endemismo vegetal y de fauna, entre otros valores que la hacen uno de los últimos reductos naturales del archipiélago.

Sin embargo, algo olvidan Castro y los cabilderos: la zona escogida se encuentra entre el norte de La Habana y Cárdenas, ambas cercanas al estrecho y los cayos de la Florida, donde el turismo mueve sumas multimillonarias anualmente y donde existen varios santuarios naturales celosamente protegidos por el Gobierno estadounidense, y por numerosas organizaciones ecologistas.

Precisamente en esa zona fluye la corriente de la Florida, que con una velocidad de cuatro nudos recorre la costa norte occidental de Cuba y posteriormente sube hacia el norte, bordeando los cayos y costas del sur y este de la península, constituyendo un vehículo natural capaz de trasladar posibles contaminantes. Es decir, que probablemente perforar en la zona marítima cubana del golfo sea más peligroso para la Florida que permitirlo en su propia zona, donde existe la conocida moratoria.

A lo anterior debe sumarse el casi millón de cubanos que puede boicotear a la compañía que se una a Castro —millón que al menos gasta un dólar diario en gasolina—, más los miles de floridanos que pudieran unirse al ver en peligro el medio ambiente de su región.

Todo el asunto pone de manifiesto, una vez más, la hipocresía ambiental del castrismo, que ha pregonado a los cuatro vientos cómo las fábricas contaminantes del capitalismo han envenenado los ecosistemas de los países pobres mientras preservan los propios, y ahora invita a esos mismos capitalistas a que instalen en los mares de nuestro país una de las industrias más sucias del planeta: la de los hidrocarburos.

Es obvio que en Cuba no existe una sociedad abierta capaz de enfrentarse a cualquier desmán ambiental, pero no será fácil extender la zona de tolerancia ecológica cubana hacia el Caribe y sus alrededores.


Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

Fox, Castro y las tortugas
EC, Miami
SOS
JOSé CARLOS LEZCANO, Atlanta
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.