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El monstruo de Juraguá

La Central de Cienfuegos: una bomba atómica maquillada de termonuclear
por CARLOS WOTZKOW Parte 1 / 2

"Según fuentes diplomáticas rusas, a fines de 1997 se podría firmar el contrato correspondiente para la terminación de la Central, la que quedaría en calidad de propiedad de Moscú, la primera de su tipo en la historia de las relaciones bilaterales".
Victorio M. Copa

Juraguá
Termonuclear de Juraguá, Cienfuegos, en construcción
desde 1982 (Pierre Mollet)

Desde que la crisis de los misiles comenzó en Cuba, la pesadilla del peligro nuclear no ha cesado. Desde aquel fatídico octubre de 1962 y hasta el año 1976, apenas hubo una pausa en la que el principal responsable del conflicto estuvo a la búsqueda de un nuevo modo de asustar. Ahora, Fidel Castro está cambiando su política al igual que ya ha cambiado el fenotipo de sus armas. La amenaza que aquellos misiles atómicos representaron antaño a la humanidad, ha sido sustituida hoy por la construcción de una central de energía atómica de idéntica tecnología que, aunque no tiene el mismo uso, resulta igualmente peligrosa. Castro lo sabe y por ello está contento. Hoy como ayer, continúa jugando con el holocausto humano, con la vida de miles de personas que ni siquiera le conocen, y con el futuro de generaciones enteras en toda una región.

El "monstruo de Juraguá", como lo llaman algunos colegas preocupados por la conservación de la naturaleza en Cuba, comenzó a construirse en 1982, después de haber sido aprobado, como es ya tradición, por un grupúsculo de altos dirigentes y tecnócratas del país. Pero el sitio escogido está tan cerca del cuarto centro demográfico de Cuba, que pudiera decirse que el peligro que ello representaba a la población jamás fue considerado. Cuando visité el lugar en enero de 1992, ya se habían concluido dos de las inseguras bóvedas planificadas, y para aquel entonces, Juraguá ya se había convertido en una de las obras priorizadas del régimen después que los norteamericanos declararon su temor por la instalación. A partir de entonces, todo se hizo a ritmo de contingente en Cienfuegos, a pesar del rápido sepelio que hicieron al CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), entre 1989 y 1991, los países del desmoronado bloque socialista.

Después que Fidel Castro declaró inaugurado solemnemente el "Período Especial", después de aquella noche de septiembre en la que hizo sus terribles declaraciones, fue que por primera vez creyó oportuno mencionar a Juraguá. La central nuclear que se venía gestando desde hacía 15 años en total silencio, pero que ahora debía utilizar como bálsamo encantado, o como una grata sorpresa, a fin de llevar un poco de luz al sombrío rostro de sus agotados oyentes. "¡Hasta un 20% de la energía eléctrica que la Isla consume podría producirse en este centro!" –dijo un Castro eufórico en espera de los aplausos– y, "¡hasta un 20% de la energía...!" repitió después la prensa nacional y extranjera, sin que nadie, ni siquiera el Sr. Román Orozco (autor español de uno de los libros que más propaganda ha hecho a la llamada revolución cubana), se atreviera a preguntar el verdadero precio.

Como testigo residente en La Habana, pudiera decirles que el pánico caló en nosotros por aquellos días. La total censura y las acostumbradas represalias con las que nos obligaban a tragarnos la opinión a diario, contribuía ahora a hacernos sentir más impotentes. Parafraseando un poco a ese burgués vocero de los pobres (hablo de Eduardo Galeano y de sus "venas sangrantes" por América), muchos de nosotros nos preguntamos: ¿para qué queremos agua fría si no hay nada que comer en la nevera? En la cocina pudiéramos hervir el agua contaminada que nos vende el Estado en camiones cisternas, pero los casi 2000 millones de dólares que Juraguá se tragará, bien podrían haber sido sometidos a una consulta popular. Cada uno de esos dólares utilizados en comprar medicinas para combatir las enfermedades carenciales que padece el cubano pudiera representar una vida de más si Juraguá quedara fuera del Caribe.

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