La ecomoral del castrismo |
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La macabra estrategia de 42 años de 'revolución' ecológica |
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por EUDEL CEPERO, AAEC |
Parte 1 / 2 |
Entre los argumentos que comenzaron a reiterar los sistemas de propaganda del Gobierno cubano, a tenor con la campaña que promovieron por la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente en La Habana, se encontró el avanzado pensamiento ambiental de la "revolución" en materia de ecología.
Baste traer a contexto las recientes palabras de la ministra de Medio Ambiente en la televisión nacional como pequeño botón de muestra: "La medular intervención de Fidel en la Cumbre de Río/92 sentó precedentes históricos acerca del tema del desarrollo sostenible".
Sin embargo, tanto lo argumentos teóricos como el accionar ambiental del castrismo durante más de cuarenta años, se apartan diametralmente de los cánones de la ecofilosofía o ecomoral que promueve la ética de la protección y el mantenimiento de la naturaleza.
En fecha tan temprana como el 21 de mayo de 1963, Castro hacía pública su ecofilosofía en la Universidad Lomonosov: "cuando se haya construido el comunismo habrá desaparecido la etapa de las revoluciones sociales, pero entonces quedará una inmensa, grande, infinita revolución que hacer, y es la revolución contra las fuerzas de la naturaleza". Cinco años más tarde esos argumentos eran ratificados, el 5 de julio, en la inauguración de una represa: "la naturaleza sigue sus leyes físicas o biológicas, no sigue las leyes de la voluntad del hombre. El hombre debe luchar con la naturaleza para imponerle su voluntad, para imponerle sus leyes".
Lamentablemente, esas ideas no quedaron en la improvisación del ejercicio oral. Ya en febrero de 1968 la Academia de Ciencia de Cuba las tenía incorporadas en sus directrices de investigación y desarrollo, como lo demuestra el capítulo octavo de las mismas: "El Instituto de Geografía, al mismo tiempo que debe comenzar el plan para el inventario y estudio nacional de los recursos naturales, debe proponerse hacer realidad el concepto de la geografía como ciencia de la transformación de la naturaleza, la que convierte los mares en tierra, las ensenadas en reservorios de agua dulce, las zonas secas en húmedas..."
Lo peor es que bajo estas ideas de conquista y sometimiento del entorno, un año antes se había iniciado una de las páginas más tristes de la historia forestal de Cuba, cuando una brigada de unos 500 buldózer y equipos de estera comenzaron a desmontar prístinos bosques de maderas preciosas en la cuenca del río Cauto, enaltecidos por las siguientes palabras de Fidel Castro: "Adelante compañeros, sin que nadie ni nada los pueda detener, sin que haya tarea dura, sin que haya obstáculo difícil. Lleguen hasta Isla de Pinos y Pinar del Río..."
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