Venezuela: Mensaje urgente |
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por CARLOS V. LóPEZ |
Parte 2 / 3 |
En octubre de 1991 mi primer hijo estaba por nacer. Cansado y asqueado de todo lo que veía en mi trabajo, en una asamblea de balance de la UJC solicité un punto del "orden del día" y presenté mi renuncia formal, a la vez que denuncié varias de las inmoralidades aquí mencionadas. Algunos amigos me recriminaban no haber esperado a que llegara naturalmente a los 30 años, y alegara entonces mil pretextos para no ingresar al Partido Comunista, pero yo no quería hacer eso. Yo quería renunciar públicamente y que muchos siguieran mi ejemplo. Y así lo hice. Lamentablemente tuve muy pocos seguidores. Mucha gente teme las reacciones y actos de repudio, otros no quieren dar el disgusto a sus padres comunistas o castristas, o no quieren verse señalados. Como en Cuba no se puede aceptar que un militante renuncie tranquilamente, y mucho menos que critique ácidamente las actitudes de otros "compañeros militantes" o de los dirigentes del país, fui "separado de las filas por hacer planteamientos de dudosa claridad ideológica". Así consta en el documento que se me entregó y que conservaré mientras viva.
Durante los primeros días mucha gente me señalaba con el dedo, otros preferían no andar conmigo o sentarse en mi mesa a almorzar. Gracias a Dios, yo estaba mentalmente preparado. A veces recomendé a buenos amigos que se abstuvieran de andar conmigo por su propio bien. La mayoría ignoró mi recomendación. Luego otro renegado como yo, de otro departamento, me quitó el protagonismo y pasé a una especie de olvido. Algunos amigos veteranos me auguraron una próxima y rápida exclusión de mi trabajo, pues en Cubana de Aviación no bastaba ser buen técnico, sino también simpatizante y adepto al Gobierno. Sinceramente, eso no sucedió, pues yo era y soy, ante todo, cumplidor y un profesional serio. Como muchos otros de mis compañeros, metía la mano en los aviones y los motores que en minutos volarían cargados de pasajeros. Supe que se me vigilaba, pero creo no haberlo sentido, ni me importaba mucho. Yo sólo hacía mi trabajo y podía hablar, hasta cierta punto, lo que me viniera en ganas. Pero estaba consciente de que jamás me tendrían en cuenta para muchas cosas. En octubre de 1993, decidido a que mi futuro no estaba dentro de Cuba, y en vísperas del nacimiento de mi hija, presenté la renuncia a mi trabajo como técnico de mantenimiento de aeronaves, la cual me concedieron inmediatamente.
Después de varios intentos infructuosos durante la última estampida de balseros de 1994, decidimos abandonar el país apelando a la ayuda de todos los amigos y familiares conocidos en el extranjero. Finalmente pude salir de Cuba, primeramente yo solo, el 21 de enero de 1995, gracias a la carta de invitación que me hiciera en La Habana una lejana pariente venezolana de mi esposa. Después de un año y nueve meses, mi esposa y mis hijos pudieron unirse a mí en Venezuela. Nadie tenía ni la idea en ese entonces de que un hombre como Chávez tomaría el poder años después y vendría a poner este bello país de en la miserable situación en que hoy se encuentra.
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